La película de ficción, a la que aportó también la casa
venezolana Nativa Producciones y el Programa Ibermedia, gira en
torno a la pasión desatada por Lisanka, una joven y bella
tractorista, en tres hombres: dos cubanos ideológicamente
enfrentados y un romántico soldado ruso que llega a la isla durante
el despliegue de misiles soviéticos en 1962 que debían defender a la
Revolución de una agresión norteamericana.
Esa coyuntura histórica, en la que el mundo estuvo a punto de una
conflagración nuclear, se halla en el centro del argumento del filme
de Padrón, que en apenas siete minutos resume, con criollísimo
humor, el coraje y el optimismo con que cubanas y cubanos afrontaron
la crisis.
Entre los protagonistas de la cinta de Díaz Torres figura la
debutante Miriel Cejas, quien acaba de merecer el premio a la Mejor
Actuación Femenina en el Festival Iberoamericano de Ceará, efectuado
la pasada semana en Fortaleza, Brasil.
La acompañan en el reparto el ruso Kiril Zolygin y los cubanos
Carlos Enrique Almirante, Rafael Ernesto Hernández, Enrique Molina,
Jorge Alí, Raúl Pomares, Blanca Rosa Blanco y Osvaldo Doimeadiós.
Entre las novedades se inscribe la banda sonora del trovador Kelvis
Ochoa.
El argumento tuvo como punto de partida el cuento En el
kilómetro 36, del escritor caimitense Francisco García González,
autor de los volúmenes de narraciones Juegos permitidos y
¿Qué quieren las mujeres?
Díaz Torres se inició como realizador con el documental
Libertad para Luis Corvalán, en el que hizo un alegato en
favor del dirigente comunista chileno por entonces confinado por el
régimen fascista que derrocó al gobierno de la Unidad Popular.
Con el oficio fraguado en la escuela del Noticiero ICAIC
Latinoamericano, se estrenó en el campo de la ficción con Jíbaro
(1984), al que siguieron Otra mujer (1986), Alicia en el
pueblo de Maravillas (1990), Quiéreme y verás (1995),
Kleines Tropicana (1997), Hacerse el sueco (2000) y
Camino al Edén (2007).
"Quise contar una pequeña historia dentro de la gran historia, la
de los conflictos de un pueblo pequeño y su vida cotidiana, en el
que todos se conocen", confesó Díaz Torres al presentar ayer la
película a la prensa.
Precisó que se vale de "una tierna ironía" en la narración,
"tratando de reflejar personajes auténticos en sus comportamientos y
reacciones".
Al intervenir Padrón en la rueda de prensa, situó los límites de
su ambición —"esto es solo un muñe"— y el origen del guión: "Un día
leí que a mediados de 1963 se había producido un alza de la tasa de
nacimientos en Cuba y me puse a pensar que tuvieron que ser
concebidos entre octubre y noviembre de 1962, cuando la crisis de
los cohetes. Y me dije: caramba, ante el peligro de que se acabara
el mundo de un día para otro, floreció el amor".
Sobre la realización, el creador de Elpidio Valdés acotó: "Como
cada vez tengo menos energías para dibujar, me auxilié de dos
jóvenes muy talentosos, Ernesto Piña y Wilbert Noguel. Y miren si me
he embullado, que le vamos a meter mano a Los vampiros lácteos,
el primer trabajo que quise y no pude hacer entonces en el ICAIC".