El retorno de Gordon Gekko

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Cuando a finales de los años ochenta Oliver Stone estrenó Wall Street, no entró en sus cálculos rodar una segunda parte de aquel filme que mostraba la falta de escrúpulos que acompasa los movimientos de la Bolsa en Nueva York.

Michael Douglas retoma el personaje de Gordon Gekko en Wall Street 2.

Pero vinieron en el 2008 los escándalos de las hipotecas inmobiliarias en Estados Unidos —la Fannie Mae y la Freddie Mac en la picota—, el estallido de la burbuja financiera a partir de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, la estafa millonaria de Bernard Madoff, el pánico bursátil, la brusca caída de las acciones, y entonces muchos se dieron cuenta de que lo narrado por Wall Street en 1987 distaba de ser una ficción para convertirse en una pesadilla real.

Aunque, como ha dicho el pensador argentino Atilio Borón, todo esto no fueron más que síntomas, administrados mediáticamente desde una perspectiva episódica: "Se trata —apuntó Borón— de una crisis que trasciende con creces lo financiero o bancario y afecta a la economía real en todos sus departamentos. Y además es una crisis que se propaga por la economía global y que desborda las fronteras estadounidenses".

Los grandes medios tampoco llegaron al fondo del problema. El ensayista argentino recordó sus causas estructurales: "Es una crisis de superproducción y a la vez de subconsumo, el mecanismo periódico de ‘purificación’ de capitales típico del capitalismo. No por casualidad estalló en EE.UU., porque este país hace más de treinta años que vive artificialmente del ahorro y del crédito externo, y estas dos cosas no son infinitas ni inagotables: las empresas se endeudaron por encima de sus posibilidades y se lanzaron a realizar riesgosas operaciones especulativas; el Estado se endeudó irresponsable y demagógicamente para hacer frente no a una sino a dos guerras, no solo sin aumentar los impuestos sino que reduciéndolos y, además, los particulares han sido sistemáticamente impulsados, vía la publicidad comercial, a endeudarse para sostener un nivel de consumo desorbitado, irracional y despilfarrador".

Eso sí, los banqueros y los corredores siguieron durmiendo bien. El salvataje llegó raudo y sonante por parte del gobierno. La crisis golpeó al espectro que cubre la clase media hacia abajo en la pirámide social norteamericana. Esos estratos fueron los que sufrieron pérdidas masivas de empleo y vieron reducidas sensiblemente su capacidad de ahorro y consumo.

Ese panorama sombrío hizo que Oliver Stone, el año pasado, comenzara a trabajar en una saga de Wall Street. Con el subtítulo El dinero nunca duerme, y de nuevo con Michael Douglas en el papel del tiburón de las finanzas Gordon Gekko (el personaje regresa a sus andanzas luego de cumplir una pena de prisión por fraude), el realizador norteamericano acaba de estrenar en Cannes esta obra.

En medio del rodaje, el director declaró a la revista Vanity Fair: "No podía hacerse Wall Street 2 en una época más acertada con tantísimos Gordon Gekko en la vida real, corriendo por las calles, y con Obama intentando poner un lazo a los Goldman Sachs y JP Morgan de turno".

Ante la prensa en Cannes, comentó sus preocupaciones: "Hay una enorme brecha entre los que hicieron dinero y los que no. Accionistas y altos ejecutivos hicieron dinero, pero los trabajadores no. Hay una tremenda desigualdad e injusticia en ello y eso tiene que corregirse".

El tema de la crisis estuvo presente de otras maneras en el festival del balneario de la Riviera francesa. Después de ser reconocido por Sin final a la vista (2007), demoledor documental sobre las mentiras, los engaños y las trapisondas que llevaron a que cientos de familias norteamericanas se enlutaran por la guerra de agresión de Washington contra Iraq, Charles Ferguson llevó a la pantalla con Inside Job, su más reciente obra, un muy preciso desmontaje de los entresijos del sistema financiero estadounidense, que él llama "industria criminal".

Narrada por el célebre actor Matt Damon y rodada en EE.UU., Islandia, Inglaterra, Francia, Singapur y China, el documental de 105 minutos de duración aborda la desregulación de los mercados de las finanzas, la codicia de los capos de la banca, la impudicia de la Casa Blanca al facilitar 700 000 millones de dólares para rescatar a las instituciones que se mofaron del pueblo, y los efectos multiplicadores de la crisis a escala mundial.

Concentrada en la intríngulis de la crisis inmobiliaria, también impactó a la crítica Cleveland vs. Wall Street, del realizador suizo Jean Stephane Bron, que simula un juicio a las firmas hipotecarias y los bancos, en el cual el jurado representa a los 33 221 clientes de Cleveland que se vieron afectados.

Stone, Ferguson y Bron se sumaron con estos filmes a una zona de la cinematografía actual para nada complaciente con el sistema carente de ética, que ejerce una hegemonía destructiva. Algo que ya se vio en la incisiva película de Michael Moore, Capitalismo: una historia de amor.

 

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