Uno de los presidentes de la United Fruit, Sam Zemurray, es el
autor de una frase de principios del siglo XX, que refleja la
temprana calaña de la compañía: "En Honduras es más barato comprar
un diputado que una mula". Su primer golpe de Estado fue
precisamente en ese país, para imponer la reposición del presidente
exilado Manuel Bonilla, lo cual logran en 1912. Bonilla pagó el
"favor" al otorgarle 10 000 hectáreas libres de impuestos.
En esos años en Costa Rica, la United Fruit apuntalaba sus
negocios con Cleto González, el que fue derrocado por un golpe de
Estado en 1917. En apoyo a la compañía, el gobierno estadounidense
no reconoció al nuevo presidente.
En Colombia, la United Fruit pidió al Ejército reprimir a 3 000
trabajadores de la empresa que llevaban un mes en huelga en 1928. Se
les calificaba de comunistas. El cónsul de EE.UU. en el país reportó
casi 600 víctimas.
Cuando el presidente Jacobo Arbenz nacionalizó en Guatemala las
propiedades de la United Fruit, el golpista elegido Castillo de
Armas, estaba vinculado a la compañía. No es casual que partió desde
plantaciones de la United Fruit en Honduras. "Restablecido" el orden
en Guatemala en 1954, la transnacional también cedió allí sus
terrenos para que la CIA organizara la invasión a Cuba en 1961.
Quería recuperar sus más de 100 000 hectáreas.
Ya para esa etapa, directivos de la United Fruit se rotaban los
más altos cargos en el gobierno y la CIA. El caso de los hermanos
Dulles, secretario de Estado y director de la CIA, indistintamente,
es el más conocido. No fueron los únicos. John Moors Cabot,
secretario de Estado, hermano de Thomas Cabot, fue presidente de la
United Fruit. Bedell Smith, subsecretario de Estado y ex director de
la CIA, fue miembro del directorio de la United Fruit. Henry Cabot
Lodge, senador y representante de EE.UU. ante las Naciones Unidas,
era accionista de la United Fruit. Hasta Anne Whitman, secretaria
personal del presidente Eisenhower, estaba casada con el jefe de
Relaciones Públicas de la United Fruit. La lista es casi
interminable.
En 1970, la United Fruit se fusionó nada menos que con Zapata
Corporation, fundada por la fascista familia de los Bush, y pasó a
llamarse United Brands. En 1990 volvió a cambiar de nombre, para
convertirse hasta hoy en Chiquita Brands. En Colombia y Honduras
—¡qué casualidad!— la compañía prosiguió sus prácticas y penetró el
poder de estos países hasta los tuétanos.
Desde 1997, Chiquita Brands pagó millones de dólares a las AUC
(Autodefensas Unidas de Colombia), grupo paramilitar colombiano. Les
transportó las armas en sus barcos y dio órdenes para que eliminaran
a dirigentes campesinos y sindicalistas, que se le enfrentaban. La
cifra de esta escalada de violencia no está determinada. No es hasta
diez años después, en el 2007, que admite su felonía y paga una
multa de 25 millones de dólares por decisión de una corte
estadounidense. El acuerdo incluía no revelar a los ejecutivos
implicados. El tema extradición escaló a los presidentes Bush y al
colombiano Álvaro Uribe.
Este último, defendió a Chiquita Brands. ¿Por qué? Varias
informaciones, entre ellas un artículo publicado en Internet el 24
de marzo del 2007 por la prensa digital Argenpress titulado, Todos
los caminos conducen a Washington, indican que cuando el ganadero
Uribe aspiró a su candidatura como Gobernador en Antioquia recibió
dinero de esta transnacional.
Pero es en Honduras donde la compañía ha ido más lejos en el
control del poder. El 9 de abril de 1975, el Wall Street Journal
publicó que Chiquita Brands confesó haberle pagado 1 250 000 dólares
a un alto funcionario hondureño para obtener concesiones
arancelarias y declaró que sus actividades eran estimuladas por el
Departamento de Estado norteamericano. Esto último fue rápidamente
desmentido por un vocero.
En 1975, una investigación de la U.S. Securities And Exchange
Commission reveló que la United Brands había sobornado al presidente
de Honduras, Oswaldo López Arellano, con el fin de lograr rebajas en
sus impuestos por exportación. López Arellano ya había dado un golpe
de Estado al anterior presidente, que pretendió una reforma agraria
que afectaría a la compañía.
A inicios de los 80, Reagan indica a la CIA derrocar al gobierno
nicaragüense mediante acciones paramilitares. Honduras fue su base
principal. El general hondureño Gustavo Álvarez Martínez participó
como si fuese plantilla del Pentágono. Claro, desde 1975 recibía
pagos de la United Brands.
La United Brands aún tenía poder durante la década del 90 para
desalojar aldeas en Honduras y colocar pesticidas de alto riesgo
prohibidos en Estados Unidos. Hoy tiene mujeres y niños que se
exponen a productos químicos nocivos para la salud, en jornadas de
12 horas en los campos de cultivo.
El 25 de agosto del 2009, el ex oficial de Inteligencia de
Estados Unidos y actual activista contra la corporatocracia, John
Perkins, escribió el artículo Honduras: Military Coup Engineered By
Two U.S. Companies? (¿Golpe de Estado planificado por dos empresas
estadounidenses?), donde refiere que muchas personas estaban
convencidas que dos empresas de EE.UU., con el apoyo de la CIA,
habían tramado el golpe. Una de ellas, Chiquita Brands.
Perkins y otras fuentes dentro de Honduras confirman que Chiquita
Brands criticó duramente a Zelaya por anunciar que el salario mínimo
aumentaría en un 60%, alegando que la medida provocaría millonarias
pérdidas. Cuando se oficializó el decreto, la compañía apeló al
COHEP (Consejo Hondureño de Empresa Privada) y encontró el eco y la
confabulación que quería.
Una coincidencia. La firma de abogados Covington & Burling LLP,
representa a Chiquita Brands, quien en los últimos tres años le ha
pagado decenas de miles de dólares a través de gastos de cabildeo.
El actual fiscal general y secretario de Justicia de Obama, Eric
Holder, fue el abogado de la Covington, que defendió a Chiquita
Brands al ser acusada por su apoyo logístico a los paramilitares en
Colombia. Varias referencias aseguran que la Covington también tiene
estrechos vínculos con el conocido John Bolton, el ex director
nacional de Inteligencia John Negroponte, los Clinton y con varios
asesores del gobierno golpista en Honduras. ¿No se parece un poco al
esquema montado que derrocó a Jacobo Arbenz?
Otro dato. Se plantea que varias trasnacionales presentes en
Honduras se quejaron al Departamento de Estado norteamericano a raíz
del golpe, a partir de que el quebrantamiento del orden
constitucional afectaba los negocios. Chiquita Brands no estaba en
esa lista. Nada debe haberle gustado la intervención de Zelaya en la
ONU, cuando describió las prácticas de libre comercio como
"despiadadas e insensibles".
Parece que Chiquita Brands sigue siendo consecuente con su
tenebrosa historia de 110 años: cambiando el dinero de los plátanos
por políticos y militares, que le aseguren las ganancias de su
cosecha. En el "picacake" de su cumpleaños seguro participaron
personeros del gobierno de Estados Unidos y la CIA. De hecho
Chiquita, que es grande en negocios y política, siempre ha sido un
contribuyente de las campañas electorales norteamericanas.
Una historia que no es ajena. En Cuba celebramos un cumpleaños
que tiene que ver con la United Fruit: los 50 de haber hecho una
Reforma Agraria y nacionalizado sus propiedades. Eso nos ha costado
el bloqueo y mucho más. Pero la Revolución nos puso bien lejos de la
muerte que la United Fruit o Chiquita Brands ha ayudado a sembrar en
América Latina.