El tiempo mejor…, es el amor

FÉLIX LÓPEZ

Un tema de alta sensibilidad cotidiana —la ligera mejoría de la tasa de natalidad en Cuba— invita a correr la cortina de la privacidad familiar y compartir con los lectores algunas opiniones de primera mano. En casa, el bebé Diego ya está próximo a los seis meses de vida, y sus padres mucho hablamos sobre lo que significa, en nuestra realidad doméstica, económica y social, el hecho feliz y la alta responsabilidad que significa traer un hijo al mundo.

La noticia, publicada en estas mismas páginas, le dio la vuelta a la Isla y más allá: Cuba mejoró su tasa de natalidad, pero aún es insuficiente para lograr el reemplazo poblacional. A nuestro alrededor, y no es ilusión óptica, uno encuentra hoy mucho más mujeres embarazadas que en años anteriores. En el equipo donde trabajo, por ejemplo, nos están naciendo seis nuevos niños y niñas en un mismo año. Esa realidad, obviamente, también nos trajo nuevos temas de conversación y de análisis.

A veces, nos sorprendemos en los ratos libres charlando sobre la importancia de la lactancia materna, del rápido crecimiento de nuestros hijos, de las interioridades de la atención médica o de lo difícil que resulta armarnos de las cosas más necesarias, desde una cuna, un coche o los insustituibles pañales desechables, que no solo mejoran la calidad de vida del bebé, sino que humanizan el trabajo doméstico de los padres. Uno de nosotros, papá de la hermosa Camila, lleva meticulosamente una libreta de cuentas, para estudiar cuánto puede costar a una familia las necesidades de un niño de 0-5 años.

Prometo que cuando Camila cumpla esa edad y Vichy nos devele la cifra final, volveré a escribir y a reflexionar sobre el tema. Por ahora, todos vamos descubriendo que el mejor momento para tener un hijo es el del amor, y no el del fin de la crisis, o la llegada de las vacas gordas, o los "tiempos mejores"¼ En espera de ese momento perfecto, del periodo ideal, conozco a muchísimas parejas que pospusieron la procreación. La mayoría ha tenido que tener a sus hijos a destiempo, otros se limitaron a una familia pequeña, y algunos ya no dejarán descendencia.

No es casual que el descenso de la natalidad en Cuba se acentuara en la década dura del periodo especial. Según un estudio (*) de Míriam Gran Álvarez y Libia López Nistal, especialistas en Bioestadísticas, entre 1990 y el 2001, la tasa de fecundidad general descendió. A mediados del siglo XX la mujer cubana tenía como promedio cuatro hijos, pero este descendió hasta 1,60 en el año 2001. La tasa bruta de reproducción (número de hijas promedio por mujer) es de 0,78, inferior a 1 desde 1978.

Según estadísticas, pocos países han experimentado descensos tan rápidos. Cuba —apuntan Míriam y Libia—, está entre los 35 países con tasas de natalidad entre 10 y 14 nacimientos vivos por cada 1 000 habitantes. Solo 16 naciones exhiben tasas inferiores a diez. Nos acompañan en esos números países desarrollados, fundamentalmente de Europa y de América, entre los que figuran Estados Unidos y Canadá. Más allá de la alerta roja en las cifras, el descenso de la fecundidad junto al envejecimiento poblacional, constituyen los principales problemas demográficos actuales y perspectivos de la población cubana, con una inevitable repercusión en el desarrollo y en la economía del país.

Temas como el de la vivienda y la cobertura mínima de necesidades materiales básicas, son puestos sobre el tapete a la hora de decidir la concepción de un hijo. Son esas las razones fundamentales, porque en Cuba, afortunadamente y a pesar de la estrechez económica, el Estado garantiza a las madres trabajadoras una maternidad segura hasta el primer año de vida del bebé; e incluso tenemos el privilegio de decidir, en familia, si es la madre o el padre quien solicita la licencia de maternidad o paternidad, para quedar a cargo del recién nacido.

En esta Isla, sin chovinismo, podemos considerar como una bendición la existencia del Programa Materno Infantil, que con sus imperfecciones puntuales en lo práctico, garantiza (sin costo) que las embarazadas reciban asistencia médica por especialidades: nutrición, ginecología, estomatología, psicología, genética y otras disciplinas en dependencia de las necesidades individuales de cada gestante. A esto se suman exámenes trimestrales (también gratuitos) de hemoglobina, serología, HIV, creatinina, glicemia, alfafeto proteína y otros.

Pero la garantía de esa atención médica no termina en el parto: después del nacimiento del bebé, las madres deben llevar a su hijo a consulta (cada 15 días, hasta los seis meses de edad; una vez al mes, de seis meses a un año; y cada seis meses, después del año de vida). El esquema de vacunación cubano inmuniza contra 13 enfermedades, protegiéndolos de poliomielitis, tuberculosis, rubéola, sarampión, tétanos, difteria, hepatitis B, meningitis bacteriana, entre otras. Y nuestro índice de mortalidad infantil, lo sabemos con orgullo, está entre los más bajos del planeta.

La pregunta obligada: ¿si tenemos todas esas garantías, por qué en lo personal demoramos, posponemos o no convertimos en prioridad el nacimiento de un hijo? Es obvio que los elevados niveles de instrucción alcanzados en Cuba conllevan también a la paternidad responsable. Las familias jóvenes quieren tener hijos en viviendas propias, lejos del hacinamiento o la tutela de sus padres; también se valoran más las posibilidades reales para garantizar una adecuada calidad de vida en el crecimiento de los hijos; y se tiene más en cuenta el entorno económico y la realidad familiar.

Muchas son las cosas que todavía faltan por hacer para mejorar la calidad, disponibilidad y precios de productos básicos de la canastilla infantil, la alimentación y los juegos didácticos. Y eso, sin duda, deberá seguir siendo una preocupación impostergable del Estado; pero ni la más osada solución encaminada a promover el crecimiento de la natalidad, podrá sustituir esa alegría que solo podemos regalarnos los seres humanos: despertar y ver que junto al sol ha salido la contagiosa sonrisa de un niño. En casa lo celebramos todos los días desde la llegada de Diego.

(*) "El descenso de la natalidad en Cuba", en: Revista Cubana de Salud Pública, http://bvs.sld.cu/revistas/spu/vol29_2_03/spu08203.pdf

 

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