Fidel hace 50 años
Renunció al cargo, no a la Revolución
EUGENIO SUÁREZ PÉREZ
Con el triunfo de la Revolución cubana, el primero de enero de
1959, el Gobierno Revolucionario quedó, oficialmente, bajo la
dirección de un Consejo de Ministros, encabezado por el doctor
Manuel Urrutia Lleó y el doctor Miró Cardona. Ninguno de los dos
comprendió ni asimiló el verdadero sentido de la Revolución.
Desde
la primeras horas del 17 de julio de 1959 el pueblo mostró su
incondicional respaldo al Jefe de la Revolución.
Cuarenta y siete días después del triunfo, exactamente en horas
de la tarde del 16 de febrero, el Jefe de la Revolución, se vio
obligado a asumir, solicitado por sus compañeros, el cargo de Primer
Ministro.
La presencia de Fidel al frente del Consejo de Ministros
fortalece e imprime un nuevo estilo y un gran impulso a las tareas
del Gobierno Revolucionario y rompe las trabas que Miró Cardona
había creado. Aparecieron las leyes que el pueblo esperaba, así el
17 de mayo se firma la Ley de Reforma Agraria que radicalizaba la
Revolución. Sin embargo, no se trataba solo de Miró Cardona, los
obstáculos continuaban. El presidente Urrutia no había dejado de ser
un freno a las expectativas de la nación cubana.
El
26 de julio de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro, cumple el
mandato de su pueblo y reasume el cargo de primer Ministro.
Mientras más avanzaba la Revolución, mayores eran los ataques de
sus enemigos. El gobierno de Estados Unidos, los Somoza y Trujillo
—dictadores de la región—, las agencias de prensa norteamericanas,
la prensa y la burguesía nacionales, los asesinos, criminales de
guerra, especuladores, chivatos y politiqueros del pasado régimen
conjuraron una campaña que impidiera el avance revolucionario. Pero
la decisión de la Revolución era una: continuar avanzando. La
actividad de Fidel es indetenible, aprovecha todos los espacios y
escenarios para que el pueblo comprenda la Revolución; y se enfrenta
cada día a desbaratar las campañas que desde el exterior nos
amenazan.
El 11 de junio de 1959, el presidente de la República, Urrutia
solicita una licencia por 45 días para disfrutar de vacaciones. En
el preciso momento en que los hacendados y ganaderos, afectados por
la Ley de Reforma Agraria atentaban contra la Revolución y se está
produciendo una campaña internacional de descrédito contra la
Revolución y a punto de originarse una crisis de gabinete, por la
necesidad de sustituir a varios ministros. Además, hasta el momento,
no hay una ley que prevea su sustitución temporal y no existe el
cargo de Vicepresidente.
A este problema de las vacaciones se une un antecedente: al
arribar Fidel al cargo de Primer Ministro, una de las primeras
medidas que propone es la rebaja de los sueldos de los ministros.
Pues si se le está pidiendo a los obreros azucareros que empezaran a
trabajar, que renunciaran a sus demandas, si se le está pidiendo a
todo el mundo que esperaran, si se le está pidiendo a todo el mundo
sacrificios, a Fidel le pareció de buen sentido político que los
ministros que tenían establecido un sueldo de mil quinientos pesos,
se los redujeran en un cincuenta por ciento. Sin embargo, la
Presidencia de la República estaba devengando los mismos sueldos,
(...) la cantidad respetabilísima de cien mil pesos anuales.
Entonces, Fidel plantea que "nosotros no podíamos rebajarle el
sueldo al Presidente de la República, pero era también de elemental
sentido político, cuando nosotros nos rebajamos el sueldo, que el
señor Presidente de la República, acorde con el espíritu de
sacrificio que estaba pidiendo al país y el sentido político que
deben tener los gobernantes y del tacto político que deben tener los
gobernantes, debió rebajarse también, por lo menos, el cincuenta por
ciento del sueldo". (Tomado de Eugenio Suárez Pérez y Acela Caner
Román: Fidel en el Año de la Liberación, Verde Olivo, 2006, t. 3, p.
76. En lo adelante solo se mencionará la página).
Pero Urrutia no se rebajó nada. A fines de ese mismo mes de
junio, el día 30, se hace público el intento del traidor, comandante
Pedro Luis Díaz Lanz —que en los primeros meses del triunfo
revolucionario fungiera como jefe de las Fuerzas Aéreas Rebeldes— de
darle un aspecto de renuncia política a las medidas tomadas contra
él. Este traidor, tres meses más tarde, el 21 de octubre
bombardearía La Habana, ocasionando dos muertos y varios heridos.
Pero la nueva Cuba, la revolucionaria, tiene ya seis meses y cada
día es más fuerte, pese a que la propaganda contrarrevolucionaria no
ha dejado de actuar, agita constantemente las banderas del
anticomunismo. Ya para esta fecha, era insostenible la conducta de
Manuel Urrutia Lleó. El compañero Luis Buch, quien fuera secretario
del Consejo de Ministros, escribe en sus memorias: "la prensa y el
pueblo ya tenían indicios de las dificultades existentes entre
Urrutia y la dirección de la Revolución. Incluso por esos días
Urrutia firmó un decreto, que debía ser refrendado por el Primer
Ministro y el Ministro del ramo, en el cual nombraba a un personaje
para otro cargo de dirección, después de haber sido destituido por
corrupto".
El lunes 13 de julio el presidente Urrutia ofrece una entrevista
en su despacho de Palacio. Uno de los puntos más importantes de la
entrevista se refirió a la traición de Díaz Lanz y las declaraciones
de este en los Estados Unidos. En su respuesta empleó las mismas
armas utilizadas por el enemigo contra la Revolución: el
anticomunismo, atacó al comunismo, al periódico Hoy, y no
asumió una actitud de defensa a la Revolución ante las declaraciones
de Díaz Lanz.
LA RENUNCIA DE FIDEL
Los pronunciamientos públicos del 13 de julio, del presidente
Urrutia provocan incertidumbre en el pueblo y estimulan las
embestidas de la prensa reaccionaria. Había que tomar una decisión
para que la Revolución marchara con la intensidad requerida. Ante la
amenaza, la altura ética y de defensa de los principios de Fidel, lo
llevan a lo que llamó la única alternativa: su renuncia al cargo de
Primer Ministro.
En las primeras horas de la madrugada del viernes 17 de julio,
Fidel informa de su decisión al director del periódico Revolución
para hacerlo público a través de ese medio de prensa. En la primera
página del periódico de ese día, aparece un titular de dos palabras:
RENUNCIA FIDEL. Inmediatamente debajo del subtítulo: "Explicará hoy
al pueblo los motivos de su decisión".
Cuba entera dice: No acepto esa renuncia. Desde las primeras
horas de esa dramática mañana del 17 de julio, en la medida que el
pueblo y sus organizaciones conocen la noticia, el país se
estremece. La reacción del pueblo es unánime en defensa de Fidel.
Las guaguas llevan letreros que dicen: "Fuera los traidores del
gobierno". El pueblo se congrega en los alrededores del Palacio
Presidencial, portan carteles en los que se lee: "Fidel: Contigo
hasta la muerte". "Que se vaya el otro".
Los estudiantes comienzan a concentrarse en la Universidad de La
Habana. En la histórica Colina se oyen gritos de "Fidel no puede
renunciar". "Aquí lo que hay es que meterle mano a los cobardes".
El pueblo se moviliza. Está intranquilo. Todos quieren que
regrese Fidel. Los dirigentes de las principales organizaciones
piden calma para esperar las declaraciones del líder máximo de la
Revolución.
En horas tempranas de la mañana, el Partido Socialista Popular y
el Ejecutivo Nacional del Directorio Revolucionario "13 de Marzo"
hacen sendos llamamientos al país en pleno pidiéndole a Fidel que no
renuncie.
Como muestra de confianza en Fidel y en la Revolución, desde
Yaguajay ese día 17, parte una columna de campesinos a caballo hacia
La Habana para estar presentes en el acto por el 26 de Julio. Al
frente de la columna campesina marchan los comandantes Camilo
Cienfuegos, Félix Torres y Orestes Guerra, y otros oficiales del
Ejército Rebelde.
A las 8 de la noche, inicia Fidel sus declaraciones a través de
la televisión y lo primero que aclara es que el pueblo no debe
preocuparse en absoluto por el destino de la Revolución, pues él no
veía razones para esa preocupación, y que le parecía verdaderamente
negativo que el destino de una nación pueda depender de hombres.
Explica que renunciar a un cargo no quiere decir renunciar a la
Revolución ni al cumplimiento del deber, y que desde cualquier lugar
donde nos encontremos, desde un cargo importante hasta uno
insignificante no tenemos otra razón de existir y de ser que
defender esta obra que estamos haciendo. Y reitera:
"No he dado ni daré un solo paso en mi vida que no tienda única y
exclusivamente a servir a esta causa que con tanta lealtad y tanto
interés hemos venido defendiendo". [...]
"A la Revolución no renuncio; ni renunciaré jamás" (p. 55)
Y de inmediato da a conocer que la renuncia obedece a la
imposibilidad de continuar ejerciendo el cargo en las actuales
circunstancias, dadas las dificultades con el Presidente de la
República.
Fidel argumenta en detalle todas las actitudes, errores y algunas
de las dificultades que se venían presentando con el presidente
Urrutia. Asimismo, insiste que ya las diferencias son insalvables y
explica que Urrutia había elaborado el mismo plan de Díaz Lanz.
En su intervención el Jefe de la Revolución se refiere a la
entrevista que ofreció Urrutia el pasado lunes 13 de julio, y
exclama:
"Yo quiero que se me diga si no tenía que ser realmente alarmante
para nuestro pueblo, desalentador para nuestro pueblo que una mañana
cualquiera por los cables internacionales nos encontrásemos una
andanada de imputaciones procedentes, nada menos que del Presidente
de la República. Esta era la situación el martes. El Consejo de
Ministros no hallaba qué hacer para encontrar la solución, porque
era evidente que conjuntamente con sus declaraciones del lunes
desató el resto de la campaña." (...)
Y en el mismo momento en que personalmente al Premier lo están
acusando de comunista, aparece un editorial que dice Urrutia y el
Comunismo (Fidel lee). "El Presidente de la República, doctor
Manuel Urrutia, ha hablado con energía y sin remilgos"... porque
parece que soy yo el de los remilgos... respecto a la infiltración
comunista en Cuba y los peligros que ello representa para nuestro
país. Sus palabras merecen ser transcritas por su trascendencia.
"Creo que los comunistas le hacen un daño terrible a Cuba y declaro
aquí a plena responsabilidad que quieren crearle un segundo frente a
la Revolución. Por eso es por lo que he dicho siempre que rechazo el
apoyo de los comunistas y creo que los verdaderos revolucionarios
cubanos deben rechazarlo abiertamente". (p. 75)
Fidel insiste que él no puede acudir a la fuerza ni puede acudir
al pueblo, que él se conforma con haber venido a prevenir al pueblo
de esta situación y alertarlo, advirtiéndole del peligro de una
traición, porque considera que la acción de Urrutia no es un acto de
buena fe ni un acto equivocado: es un acto premeditado, es un acto
de traición, de traición que no se ha llegado a consumar. A estas
alturas de su intervención, llega la noticia al estudio de
televisión de que Urrutia ha renunciado.
DORTICóS
PRESIDENTE
Quince minutos después de la renuncia de Urrutia se reúne el
Consejo de Ministros y elige a Osvaldo Dorticós Torrado como
Presidente de la República, quien convoca a dicho Consejo para el
siguiente día a las 5:00 p.m., y es cuando expresa que el Consejo de
Ministros rechaza la renuncia de Fidel.
Durante esos días se desató un extraordinario movimiento de apoyo
a Fidel, todos llamaban a Fidel a regresar a su cargo. La respuesta
a la convocatoria de la CTC, para un paro de diez a once de la
mañana del 23 de julio es impresionante. Toda Cuba se detiene
reclamando el regreso de Fidel al Premierato.
Eran las diez de la mañana del jueves, la hora señalada por la
Confederación de Trabajadores de Cuba para iniciar un paro
proletario, hermoso, un paro distinto, de respaldo, de
agradecimiento, de solidaridad con el jefe de la Revolución Cubana,
de ruego para que se reintegrara a sus funciones de Primer Ministro.
A las once de la mañana los silbatos de las fábricas, la salida
al aire de las radioemisoras, indican que ha llegado el final de la
demostración y conjuntamente con el arrancar de motores, el chirriar
de puertas que se levantan, el sonido de claxons, el reinicio del
tráfico, surgen los gritos espontáneos de toda la población, en
todos los lugares de Cuba, pidiendo que vuelva Fidel y la marcha del
26 de Julio y las notas del Himno Nacional, vuelven a escucharse de
nuevo. La ciudadanía había dicho la última palabra: "¡Fidel, tienes
que regresar!".
Al día siguiente, la noche del viernes 24, se efectúa el
histórico juego de pelota. El equipo de los Barbudos y el de la
Policía Militar se enfrentaban en el Estadio del Cerro con el
objetivo de recaudar fondos para la Reforma Agraria. Los Barbudos,
formados por miembros del Ejército Rebelde, son dirigidos por Fidel,
quien actúa como lanzador. El lanzador del equipo contrario será el
Comandante Camilo Cienfuegos. Pero aquí la fidelísima frase de
Camilo: "Yo no estoy contra Fidel ni en un juego de pelota".
La madrugada del 26 de julio, exactamente, a las 2 y 10 de la
madrugada, los miembros del Consejo de Ministros viajan a Santiago
de Cuba para efectuar en el Cuartel Moncada una sesión del Consejo
de Ministros a las 5:15 de la madrugada, la hora exacta en que
comenzara el histórico asalto. Luego de dar comienzo a la sesión, el
Ministro de Educación, Armando Hart, propone que fuese declarado el
26 de julio Día de la Rebeldía Nacional, proposición que fue
aprobada unánimemente por el Consejo.
También es aprobada por unanimidad la propuesta de Pedro Miret,
que declara el día 30 de julio de cada año, Día de todos los
Mártires de la Revolución Cubana, escogiéndose esa fecha por
conmemorarse en ella la caída de Frank País.
A propuesta del ministro de Recuperación de Bienes Malversados,
doctor Faustino Pérez, el Consejo de Ministros acuerda transferir
los bienes hasta este momento recuperados de los malversadores y
esbirros componentes de la derrocada tiranía, al Instituto Nacional
de Reforma Agraria. Por último, Dorticós invita a Haydée Santamaría
Cuadrado, una de las dos mujeres que participaron en la acción del
Moncada, para que diga unas palabras al pueblo.
Haydée, muy emocionada, toma los micrófonos y expresa hermosas
palabras sobre la significación de ese día y la personalidad de
Fidel, y termina exclamando:
"Hoy aquí pido en nombre de los mártires —ya que son muchos los
vivos que le van a pedir que vuelva—, hoy aquí también pido en
nombre de ésos que sé que se lo están pidiendo, que Fidel vuelva,
que vuelva al puesto que le pertenece, porque así lo quieren los
vivos y porque así lo quieren los muertos". (p. 98)
A las diez de la mañana, comienza el desfile por el 26 de Julio,
más de medio millón de personas —entre ellas varios miles de
campesinos—, congregados a todo lo largo del Paseo del Prado, desde
el Castillo de la Punta hasta la calle Monte, presenció el magno
desfile militar y de la caballería campesina que durante más de
cuatro horas en todo ese trayecto, con la participación de fuerzas
combinadas del Ejército Revolucionario, la Marina de Guerra, la
Policía y las unidades de tanques y otros carros de guerra,
secundadas por la Aviación Revolucionaria que durante todo ese
tiempo se mantuvo haciendo maniobra sobre las fuerzas que
desfilaban. El desfile es presenciado por Fidel Castro acompañado
por el general Lázaro Cárdenas ex presidente de México y los
comandantes Raúl Castro, Augusto Martínez Sánchez, Camilo
Cienfuegos, Efigenio Ameijeiras, Antonio Enrique Luzón, entre otros.
FIDEL REASUME SU CARGO DE PRIMER MINISTRO
En horas de la tarde los campesinos de todos los rincones de Cuba
junto al pueblo habanero e invitados extranjeros, colman la Plaza
Cívica. Las palabras finales del Presidente Dorticós se convierten
en una consulta:
"Yo quiero realizar aquí la consulta más directa posible al
pueblo de Cuba: ¿Desean ustedes o no que ejerza sus funciones de
Gobierno el doctor Fidel Castro? (Exclamaciones de SÍ y grandes
aplausos)
Pues si es así, y si esta es la respuesta, yo termino mis
palabras alentado por la esperanza, porque aquí quiero repetir unas
palabras que pronunciara hace sólo unas horas en la escalinata de la
Universidad de La Habana: Esta vez, por vez primera en la historia
de nuestra Revolución, no manda Fidel Castro; manda el pueblo que
ordena a Fidel Castro cumplir con su deber como gobernante". (p.
101)
En medio de una prolongada e ininterrumpida ovación, Dorticós se
acerca a Raúl, toma el micrófono y dice:
"Compañeros: en el instante más cargado de emoción de mi vida,
puedo hoy como Presidente de la República, anunciar a ustedes que el
compañero Fidel Castro, ante vuestro mandato, ha aceptado retornar
al cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario". (p. 101)
La ovación durante varios minutos fue estruendosa. Cuando el
pueblo se calma, continúa Raúl: "Creo que esta vez, colectivamente,
conjuntamente con todo nuestro pueblo, podemos decir: ¡Gracias
Fidel! ¡Qué regrese Fidel! Y ya regresó. En realidad, creo que nunca
se fue, porque su pueblo no lo dejaba".
El discurso de Fidel Castro es el más esperado en el gigantesco
acto, y comienza:
"Al hablarles en estos instantes, lo primero, la primera idea que
me viene a la mente, era preguntarme: ¿Por qué tiene que caer sobre
un ciudadano igual que ustedes un peso tan grande de gratitud con su
pueblo, con las muestras excesivamente generosas que le han dado de
cariño y adhesión? ¿Por qué, si en definitiva no hemos hecho más que
tratar de cumplir con el deber, si en definitiva ésta no es obra de
un hombre, sino la obra de un pueblo; no es el mérito de un hombre,
sino el mérito de un pueblo; no es la gloria de un hombre, sino la
gloria de un pueblo, y sobre todo, la gloria de los hombres que han
caído por hacer posible estos instantes de felicidad que Cuba vive?
(...) el pueblo sabe perfectamente bien que no estoy dispuesto a
sacrificar un ápice de las conveniencias de la Nación, que no estoy
dispuesto a sacrificar un ápice de mi sentido del deber y del
desinterés que me ha inspirado siempre en esta lucha, ni por el
cargo de Primer Ministro ni por todos los cargos de Primer Ministro
del mundo juntos". (p. 102-103).
Entonces, repitió aquellas palabras que pronunciara el 16 de
octubre de 1953 en su autodefensa: "En definitiva, puedo repetir
otra vez, con absoluta certeza a los detractores de nuestra
Revolución: condenadme, no importa, la historia me absolverá". (p.
103) |