¿Surgiría un idilio entre ambos? ¿Podría el lusitano escapar de
la seducción de esta coleccionista de romances¼
?, fueron algunas de las expectativas tejidas en torno al joven
astro, recién adquirido por el Real Madrid a un precio
impronunciable, y la llamada rubia de oro; ella con más méritos
acumulados por provenir de una rica familia y los escándalos que no
cesa de dar, que por sus desempeños como actriz, modelo y cantante.
Todo hace indicar que el muchacho la vio unos minutos, le sonrió
cortésmente y siguió camino al entrenamiento, mientras la espigada
reina de los medios, desairada, declaró que lo había notado "algo
femenil".
Poco después, Cristiano Ronaldo volvía a sonar, no como la
estrella deportiva que es, sino por la patada propinada al carro de
un paparazzi que lo seguía por las calles de Lisboa. El futbolista
explicó en un comunicado que hasta ese momento, a puro autocontrol,
había soportado un acoso de semanas, pero el cazador de imágenes no
había sido capaz de tener en cuenta que su victima viajaba
acompañado de la madre¼ ¡y con la madre
no se juega!, así pues, ante una situación similar, era muy probable
que respondiera de la misma forma.
Las muertes casi coincidentes de Michael Jackson y de la actriz
Farrah Fawcett han puesto nuevamente sobre el tapete el tema de los
paparazzi y se recuerda de paso el fatal accidente de la princesa
Diana de Gales, mientras huía de la persecución de un grupo de ellos
en París.
Jackson fue un eterno acosado en su intimidad y la Fawcett,
fallecida de cáncer, se ocupó de dejar un amargo testimonio días
antes de su deceso pues acusó a la prensa y a los paparazzi de ser
determinantes en el deterioro de su salud, al tomarle fotografías en
silla de ruedas que la mostraban frágil y demacrada: "Les pedí de
favor que me dejaran luchar tranquila con mi enfermedad, pero nunca
me oyeron, me perseguían, querían estar al tanto de cada paso hasta
el fin¼ y ya se sabe que el estrés es el
alimento del cáncer".
Los adelantos técnicos ––cámaras digitales e Internet para una
rápida transmisión–– hacen que los paparazzi hayan proliferado y
que la competencia sea feroz. Los hay contratados e independientes y
a veces son ellos mismos los que les pagan a los llamados
"corredores de estrellas", encargados de detectar qué hacen y dónde
se encuentran determinadas figuras públicas. Entonces el paparazzi
prende una mecha y se traslada en motocicleta, auto o avión adonde
sea. Sus objetivos están bien delimitados bajo un concepto único e
inalterable: ¡todo lo que resulte una situación embarazosa rinde
fruto!: infidelidades, ya sean evidentes o encaminadas a levantar
sospechas, accidentes, descuidos físicos (pobre Britney Spears y
otras más), desnudos en alta mar o en terrenos vedados y, lo máximo,
escenas sexuales.
En situaciones límites en que el entremetimiento es tal que
supera cualquier comprensión humana, casi todos los reproches suelen
ir contra los paparazzi y se olvida que ellos ––aunque con culpa––
son parte de un engranaje que comienza más arriba, allí donde la
planificación del morbo proviene de los dueños del gran negocio, por
lo general medios impresos en competencia que para vender le dan
vuelo a cuanta "cosa extraña" se relacione con las estrellas de
turno.
Estrellas que muchas veces ellos mismo ayudan a fabricar para
luego irles arriba y destruirlas a plazo fijo en interés de un
lector ––igualmente fabricado–– que, sin darse cuenta de la
manipulación de que está siendo objeto, paga por ver detrás de las
cortinas de los famosos.
Y de ahí cobra su parte (de culpa), el paparazzi.