La vergonzosa historia de la OEA (I)
Surgimiento y trayectoria de la Organización de
Estados Americanos. Contexto histórico de su aparición y fundamentos
jurídicos, políticos e ideológicos en que se constituyó. Papel
desempeñado en la región
Oscar Sánchez Serra
oscar.ss@granma.cip.cu
Desde su despegue como nación, los Estados Unidos de América
contrapusieron siempre al ideario de unidad e integración
latinoamericana su pretensión de dominación continental, ambición
plasmada el 2 de diciembre de 1823 en la conocida Doctrina Monroe,
sintetizada en la frase "América para los americanos".
La
OEA nace con el sello de la represión contra los pueblos. En la
foto, una imagen del Bogotazo.
No fue hasta el último cuarto del siglo XIX, que esa filosofía
pudo desplegarse, cuando la industria estadounidense creció como
ninguna otra hasta alcanzar la condición de potencia en acelerado
ascenso, con lo cual pretendía no solo la dominación del continente,
sino que creaba las condiciones para lanzarse a la lucha por una
nueva redistribución del mundo.
Ya a finales de 1889, el gobierno norteamericano convocó la
Primera Conferencia Panamericana, que fue el punto de partida del
"panamericanismo", visto como el dominio económico y político de
América bajo la supuesta "unidad continental". Ello implicaba una
actualización de la Doctrina Monroe en el momento en que el
capitalismo norteamericano arribaba a su fase imperialista. José
Martí, quien fue testigo excepcional del surgimiento del monstruo
imperialista, se preguntaba a propósito de aquella Conferencia:
¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que
los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo?
Y tenía razón. Entre 1899 y 1945, durante ocho conferencias
similares, tres reuniones de consulta y varias conferencias sobre
temas especiales, se fue estableciendo el avance de la penetración
económica, política y militar de EE.UU. en América Latina.
AUGE DEL
PANAMERICANISMO MONROíSTA
A finales de la II Guerra Mundial, de la que EE.UU. salió
beneficiado, se inicia una etapa de auge del Panamericanismo y del
Sistema Interamericano que va desde la Conferencia de Chapultepec en
1945, pasando por la creación de la OEA en 1948, hasta la invasión a
República Dominicana en 1965, consolidándose la subordinación de los
gobiernos del continente a la política exterior de EE.UU.
Así, la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y
la Paz, de Chapultepec, en marzo de 1945, tuvo un objetivo político
definido: alinear a los países de la región para enfrentar el
proceso que vendría con la creación de la ONU.
Como resultado, en la conferencia de San Francisco, en abril de
1945, en la cual se funda la ONU, la diplomacia norteamericana,
apoyada por los países latinoamericanos, defendió la "autonomía"
para el Sistema Interamericano y logró que en el artículo 51 de la
Carta de la organización mundial se preservara la solución de
controversias mediante métodos y sistemas "americanos". La
interpretación que le dio el Consejo Directivo de la Unión
Panamericana es que dicha Carta nació compatible con el Sistema
Interamericano y el Acta de Chapultepec.
En agosto de 1947, la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro
aprobó una resolución que dio origen a la herramienta que daría vida
a la cláusula de permisividad arrancada a la ONU: el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que reafirmaba el
principio de "solidaridad" continental esgrimido por Washington, en
función de enfrentar cualquier situación que pusiera en peligro "su
paz" en América y adoptar las medidas necesarias, incluida el uso de
la fuerza. Con el TIAR se impone la voluntad yanki en el continente,
constituyendo una amenaza permanente para la soberanía de los países
latinoamericanos.
Como colofón, entre el 30 de marzo y 2 de mayo de 1948 la
Conferencia Internacional Americana de Bogotá, da vida a la
Organización de Estados Americanos (OEA). En medio de esa reunión es
asesinado el líder liberal colombiano Jorge E. Gaitán, de gran
arraigo popular, hecho que motivó una gran insurrección conocida
como el Bogotazo, brutalmente reprimida y que sirvió para manipular
el curso y los resultados de la Conferencia, al promover EE.UU. la
amenaza que significaban para la democracia el "auge" de la Unión
Soviética y el comunismo, al que culpaban por las muertes del
Bogotazo.
Pero tanto la Conferencia de Río como la de Bogotá coincidieron
con una agudización de los problemas económicos en América Latina,
cuyos países —entusiasmados con el Plan Marshall para Europa—,
empezaban a demandar uno de asistencia para la región. Mas el propio
Secretario de Estado, George Marshall, se encargó de defraudarlos.
De la discusión y adopción de la Carta de la OEA surgió un
extenso documento de 112 artículos, firmado sin reservas por los
veintiún países participantes en Bogotá. La Carta hacía suyos
algunos de los principios cardinales y justos del derecho
internacional, sin embargo, a instancias de Washington, se le
introdujeron disposiciones que trasladaron a la OEA los postulados
principales del TIAR, por lo cual, desde su cuna, la OEA es el
instrumento jurídico ideal para la dominación estadounidense en el
continente.
Su retórica diplomática relativa a los postulados sobre la
independencia y soberanía de las naciones y los derechos del hombre
y de los pueblos, han quedado como letra muerta.
PÁGINAS DE UN EXPEDIENTE SANGRIENTO
En 1954 Guatemala fue invadida por tropas mercenarias organizadas
por la CIA, que derrocaron al gobierno de Jacobo Arbenz. La OEA se
había prestado antes para aprobar una resolución que introducía la
variante de intervención colectiva regional, en expresa violación de
su propia Carta y la de la ONU. Ante el hecho consumado, el
organismo se limitó a "dejar hacer" a EE.UU. y dilató el examen de
la situación, ignorando los intereses del país agredido.
La actuación respecto a Cuba a partir del triunfo de la
Revolución, el apoyo a la invasión de Playa Girón en 1961, las
acciones que desplegó en el orden político-diplomático para
aislarnos, que concluyeron con la expulsión de nuestro país en enero
de 1962 y la ruptura de relaciones diplomáticas de los países de la
región con la Mayor de las Antillas, significaron un nivel de
ensañamiento tal, que puso más en entredicho a la organización.
En abril de 1965 desembarcaron los marines yankis en Santo
Domingo para impedir la inminente victoria del movimiento popular
constitucionalista sobre las fuerzas de la reacción militarista. La
OEA envió a la capital dominicana a su Secretario General, el
uruguayo José A. Mora, con el aparente propósito de obtener una
tregua entre los beligerantes, mientras el Órgano de Consulta
dilataba una decisión para facilitar que las fuerzas militares
yankis tomaran el control de la situación. Luego de múltiples
gestiones, Estados Unidos logró por el estrecho margen de un voto la
aprobación de una resolución que dispuso la creación de una Fuerza
Interamericana de Paz, produciéndose, por primera vez bajo el sello
de la OEA, una intervención colectiva en un país del área.
La OEA, que tenía entre sus postulados básicos el principio de no
intervención de ningún Estado en los asuntos internos de otros,
continuaba en crisis de credibilidad.
Marzo de 1982 trajo la intervención británica que dio inicio a la
Guerra de las Malvinas y a la primera agresión de una potencia extra
continental a un país del Sistema Interamericano, lo que, según el
TIAR, debía convocar la solidaridad continental con el agredido.
¿Y... ? los Estados Unidos apoyaron política y militarmente a Gran
Bretaña e impusieron sanciones económicas contra Argentina. ¿Y la
OEA qué? demoró su reacción, adoptó una tibia resolución llamando al
cese del conflicto y solo un mes más tarde condenó el ataque armado
e instó a los EE.UU. a que levantara de inmediato las medidas
aplicadas a Argentina".
Y más, en octubre de 1983 un golpe militar derrocó al primer
ministro granadino, Maurice Bishop, quien murió asesinado a manos de
los golpistas. A Granada también EE.UU. envió una fuerza invasora de
1900 infantes de marina que tomaron el control de la isla. El
principio de no intervención volvía a carecer de validez. En la OEA,
la mayoría aprobó esa acción como "medida preventiva", mientras
otros la rechazaron. Finalmente se condenó la invasión por
catalogarla como violatoria de la Carta de Bogotá.
LA BANCARROTA DEL PANAMERICANISMO
El fin de la llamada Guerra Fría y la desintegración de la URSS
cambiaron la geopolítica mundial y la OEA, exigida por Estados
Unidos, intentó reacomodarse con el objetivo de serle más fiel a las
oligarquías, por lo que comienza en 1991 a promover los preceptos de
la democracia representativa burguesa y del neoliberalismo. Bajo
esas banderas nacen las Cumbres de las Américas, a iniciativa de
EE.UU., las que otorgaron renovados mandatos a la organización.
En este momento sobresale la creación de la Carta Democrática
Interamericana en 1992, que llevó a nivel de tratado la imposición
del unipolarismo a la región, es decir la OEA no cambió su cara,
tanto que frente al golpe militar en Haití, que depuso al presidente
Jean Bertrand Aristide, exhibió el mismo grado de incapacidad y
putrefacción. Delegó el tema en el Consejo de Seguridad de la ONU,
que aprobó una fuerza militar multinacional ¿liderada por quién? por
EE.UU.
Ya en pleno siglo XXI, a nadie le quedan dudas de la
irrelevancia, obsolescencia y descrédito de una organización que ha
sido cómplice de los principales crímenes de Estado ocurridos en
América Latina y el Caribe en la segunda mitad del siglo XX. A pesar
de que en ocasiones Estados Unidos la relegó, nunca la descartó. La
necesita viva para influir y dividir a la región y frenar la
consagración de su único, inevitable y verdadero destino histórico:
la integración martiana y bolivariana de sus pueblos.
(continuará)
La vergonzosa historia de la OEA (II)
La vergonzosa historia de la OEA (III y
final) |