En aquella población camagüeyana, liberada por las nacientes
fuerzas de la independencia, se reunieron los representantes de los
patriotas de Oriente, Camagüey, Las Villas y La Habana, con el
objetivo de organizar la República y dotar a la guerra de un
programa: hacer una Constitución y establecer determinadas formas de
gobierno. Se trataba, en fin, de fortalecer la Revolución iniciada
el 10 de octubre de 1868.
Como consecuencia de la histórica asamblea celebrada en Guáimaro,
la guerra revolucionaria —que brotó, a partir del estallido de la
Demajagua, en fechas distintas y sucesivas en territorios
orientales, camagüeyanos y villareños, con criterios tácticos
diversos—, se transformó en un solo movimiento.
El 10 de abril de 1869 se realizó la inaplazable unidad de los
patriotas cubanos que se enfrentaban, en circunstancias difíciles, a
un enemigo poderoso y cohesionado: el colonialismo español.
Allí fue aprobada por los integrantes de la Asamblea
Constituyente, entre los que se encontraban Carlos Manuel de
Céspedes e Ignacio Agramonte, la Constitución de la República en
Armas (conocida como la Constitución de Guáimaro), histórico
documento que proclamó valientemente que "todos los habitantes de la
República son enteramente libres", principio que constituyó la base
de la realización social más importante de la Revolución de 1868: la
liquidación del odioso sistema esclavista. La Carta Magna de
Guáimaro fijó el derecho a la independencia del pueblo cubano y en
uno de sus artículos expresó que "todos los ciudadanos de la
república se consideran soldados del Ejército Libertador".
Los diferentes criterios relacionados con la forma en que se
debía llevar a cabo la lucha —especialmente aquellos que enarbolaba
Céspedes, partidario del mando único y del poder centralizado
durante la contienda—, y otros aspectos en que se apreciaban
discrepancias, se subordinaron al interés común y supremo de unir a
la Revolución sobre la base del objetivo estratégico. Resaltó en
particular el esfuerzo de unir.
La Constitución, la República en Armas nacida en Guáimaro —con su
presidente, su general en jefe y su Cámara de Representantes—, fue
al mismo tiempo una extraordinaria experiencia política que hasta
entonces no había conocido el pueblo cubano. Con ella quedaron
sembrados, tempranamente, principios e instituciones democráticas
que germinaron convertidas en tradiciones inseparables del quehacer
político de las sucesivas generaciones de revolucionarios cubanos.
El hecho de que las circunstancias complejas de la guerra
revolucionaria desarrollada por nuestros mambises del 68 no
permitieran que las instituciones republicanas pudieran funcionar
adecuadamente, de manera alguna debe llevarnos a dejar de reconocer
la influencia ideológica y política del acontecimiento del 10 de
abril de 1869. Sobre esto ha dicho Fidel: "Es admirable aquel
empeño, aquel esfuerzo de constituir una república en plena manigua,
aquel esfuerzo por dotar a la república en plena guerra de sus
instituciones y de sus leyes. Cuales- quiera que hayan sido los
inconvenientes, las dificultades y los resultados, el esfuerzo fue
admirable".
José Martí —que también apreció en su completa dimensión aquel
esfuerzo—, mediante el análisis de la experiencia histórica conjugó
en su obra política y revolucionaria los dos polos de los criterios
enfrentados en Guáimaro. El Maestro decía que orientales y
camagüeyanos tenían razón, solo que unos contemplaban exclusivamente
la guerra inmediata y otros la República futura. Así, logró que el
Partido Revolucionario cubano sintetizara, de manera práctica y
operativa, la guerra inmediata y la república futura.
Significativamente el 10 de abril del año 1892, en proclamación
del Partido Revolucionario Cubano, José Martí anunciaba que los
patriotas cubanos y puertorriqueños se unen en esa agrupación
política para acordar en ella el medio de salvar al país "de modo
que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de
la independencia definitiva de mañana", y calificaba al PRC como
"una organización en que se combinan la república democrática y la
acción enérgica".
En Patria, con motivo de un aniversario de la Asamblea de
Guáimaro, Martí analizaba de esta manera el histórico
acontecimiento: "En los modos y en el ejercicio de la Carta se
enredó, y cayó tal vez, el caballo libertador; y hubo yerro acaso en
ponerles pesas a las alas, en cuanto a formas y regulaciones, pero
nunca en escribir en ellas la palabra de luz".
Y la luz de las palabras de Guáimaro, con su extraordinario
contenido ideológico y político, alimentó la conciencia y la acción
de las generaciones que siguieron en el combate hasta que los
ideales de independencia, libertad e igualdad proclamados aquel 10
de abril, sobre nuevas condiciones sociales e históricas, alcanzaron
plena realización en la victoria revolucionaria y popular del
Primero de enero de 1959.
Los cubanos de hoy, herederos de los héroes del 68 y del 95, con
patriótica emoción recuerdan a quienes abrieron y nos enseñaron el
camino de la Revolución, anunciaron al mundo la existencia de la
nación cubana, nos legaron los mayores ejemplos de sacrificio y
desinteresada entrega en aras de la causa justa del pueblo, e
hicieron acompañar —de manera definitiva—, el machete mambí con la
palabra de luz.