Hay
que agradecer a la Mesa Redonda la divulgación masiva del documental
Hombres sobre cubierta, de los jóvenes realizadores Alejandro
Ramírez Anderson y Ernesto Pérez Zambrano, que devela uno de los
momentos más importantes de la trayectoria artística y humana de
Silvio Rodríguez: los cuatro meses que pasó a bordo del desaparecido
barco de la Flota Cubana de Pesca Playa Girón.
Sin alardes formales ni rebuscamientos innecesarios, el filme
ofrece el protagonismo absoluto a un Silvio espontáneo, maduro y
antidogmático en cuyo reencuentro con algunos de los hombres que lo
acompañaron en aquella travesía el espectador encuentra los
referentes fundamentales de las composiciones de aquellos años
cargados, para el músico y muchos de nosotros, de irreverentes
reafirmaciones, en ocasiones malinterpretadas.
Sin nostalgias ni resentimientos por las incomprensiones, Silvio
Rodríguez nos ofrece en el documental todo un fresco de los años
difíciles en que le tocó inaugurar un nuevo modo de asumir la
creación musical y literaria sobre las bases de un compromiso que
era tanto consigo mismo como con la Revolución de la que siempre se
sintió parte.
Mitos sobre las razones de su incorporación a las labores
pesqueras y fábulas tejidas por quienes no conocen a profundidad la
sólida eticidad de un trovador ya reconocido a escala universal, se
desploman en este material donde se tocan aspectos muy poco
conocidos de la carrera de un poeta y un músico que labró sin
concesiones ese espacio mayúsculo que lo coloca en diversos
panteones de la iconografía contemporánea sin tocar las esencias que
le otorgan su crónica autenticidad.
Los discretos testimonios de los integrantes de la tripulación
completan la imagen inefable de ese hombre bromista, solidario e
inclaudicable que fue el joven Silvio, mientras el contrapunto con
sus propias declaraciones nos lo devuelve intacto como el pequeño
tatuaje grabado en su mano derecha y que siempre supo que nunca iba
a poder borrar.
Lo que sorprende en el autor de Ojalá es su capacidad para
estar siempre acorde con los tiempos que vive y caminar junto a los
más jóvenes con su pensamiento y con sus actos sin perder nunca esa
sana inconformidad contra los prejuicios y arquetipos que pretenden
coartar la individualidad en aras de una falsa conciencia colectiva
que nos aleja de la sociedad que soñamos.
Confieso que me sentí emocionada ante este documento que no apela
a ningún recurso melodramático ni a ninguna artimaña para conseguir
el objetivo que se trazó. Silvio y sus compañeros de travesía son
reflejados en el documental sin retoques ni censuras empobrecedoras.
Son los que robaron comida y después ejercieron el papel de héroes.
Los hombres con virtudes y defectos que hacen historia desde la
difícil posición de la cotidianidad.
Hombres sobre cubierta es más que un homenaje una lección de
ética, un documental que no permite escudarse en la nostalgia de
unos años que, lo mismo que los que estamos viviendo, son, como
diría el trovador, el pasado del cielo. Estoy segura de que llegó
directo al alma de los más jóvenes y de los que, siendo todavía
adolescentes, descubrimos a un Silvio Rodríguez a quien vimos tal y
como lo idealizamos en esta pieza fílmica destinada a convertirse en
memoria viva. Gracias entonces, otras vez, a la Mesa Redonda, a los
jóvenes realizadores Alejandro Ramírez y Jorge Pérez Zambrano, a
Silvio Rodríguez y a los hombres negros, azules y rojos del Playa
Girón.