Como el jazz es la música de la sorpresa, habrá que decir que lo
mejor de la jam sesion de Ernán López–Nussa, su trío e
invitados, fue el alto nivel de improvisación imperante. Pero sobre
todo, ese pianismo suyo en el cual el sabor cubano brota
espontáneamente, sustentado por una técnica impecable.
Lo acontecido el último fin de semana en la sala Caturla del
teatro Amadeo Roldán vino a confirmar las virtudes de un músico que
tempranamente presentó credenciales tanto por su dominio de los
clásicos como por sus aportes al jazz cubano desde la época en que
brilló como tecladista de Afrocuba.
Ernán sumó esta vez a Enrique Pla (batería) y Yoandry Martínez
(bajo) en un trío que de continuar trabajando unido podría ser uno
de los más consistentes en el género entre nosotros. Y trajo a
invitados de lujo: José Luis Chicoy (guitarra eléctrica), Gastón
Fluey (bajo), Orlandito Sánchez (saxofón), Maikel Llazares
(trompetista) y Ernesto Vega (sax tenor), entre otros.
El pianista recreó temas populares, le dio rienda suelta al
blues y encantó a todos con la versión de un estándar de Bill
Evans, en el que destacó Orlando Sánchez, quien, no gratuitamente se
ha ganado el sobrenombre artístico de Cubajazz. Y, por
supuesto, interpretó temas de su autoría. Donde siguió aportando
sorpresas, como cuando se hizo acompañar por Don Pancho Ferry,
un maestro del chequeré que le ha tomado el gusto a la conga y el
samba. Ernán tuvo una vez más el talento que hace falta para que en
la improvisación quepan toda clase de ocurrencias sin que se
desvirtúe el discurso principal de la obra. La Caturla, aunque no
colmada como se merecía el programa, devino escenario perfecto,
porque, cuando lo que se escucha es buen jazz, la música y el
público siempre están cerca.