La película, que ya fue exhibida con éxito en Nueva York y será
proyectada en casi 300 salas de cine de todo Estados Unidos, pone en
evidencia cómo 250 millones de norteamericanos, que pagan cobertura
médica, son estafados por las industrias de seguros. Contrariamente a
lo que se espera de ellas, estas instituciones niegan a sus
contribuyentes el dinero necesario para tratamientos clínicos,
cirugías y la atención médica de urgencia.
Para esas multimillonarias industrias, un buen médico es aquel que
le ahorra dinero a la compañía. Según Sicko no solo son
asesinos quienes, fuertemente armados y vestidos de camuflaje,
sacrifican a civiles en Iraq. Otro tanto hacen algunos profesionales
de la salud, ataviados con su pulcro uniforme de batas blancas, con
sus coterráneos en las propias ciudades estadounidenses.
Los médicos que trabajan para las aseguradoras niegan los
tratamientos y cirugías para ahorrar dinero a la compañía. Así lo deja
entrever en el documental la doctora Linda Peeno, antigua revisadora
médica de la compañía de seguros Humana, quien abandonó su puesto y se
presentó ante el congreso en mayo de 1996 para confesar su
responsabilidad por la negación de una cirugía que le costó la vida a
un hombre y a ella su ascenso inmediato a un puesto de ejecutiva.
Peeno denuncia que su único objetivo como médico en este tipo de
industria era trabajar para el beneficio financiero de una
organización que te obligaba a manejar suciamente la salud, olvidar y
matar gente.
Los ejemplos que corroboran la acusación de la doctora Peeno sobran
en el logrado material del ganador del Oscar 2003 por Bowling for
Columbine, quien también logra en Sicko de manera
inteligente, irónica y hasta con humor, acusar al sistema de salud de
Estados Unidos a través de los desgarradores testimonios de los
"felices clientes asegurados" por Blue Shield, Horizon Blues Cross,
BCS, Mega, Humana y otras compañías.
El aparato de salud, como todo el sistema, se mueve a través de la
corrupción de sus políticos, quienes responden al único partido que
gobierna la poderosa nación del norte: el dinero. Todos tienen un
precio.
Al comparar el sistema de salud de los Estados Unidos con los de
Francia, Gran Bretaña, Canadá y Cuba, Moore demuestra la superior
calidad de vida de los ciudadanos de estos países. Algo lógico si
tenemos en cuenta que esas instituciones centran su encomienda en la
prevención de enfermedades y en curar el mayor número de personas sin
tomar en cuenta su posición social. El estado es dueño de los
hospitales, emplea a su personal médico y garantiza que las personas
se sientan protegidas por un sistema de salud confiable y gratuito.
Cuba atiende con su mejor tecnología médica a los rescatistas del
11/9 que el gobierno estadounidense abandonó. En busca de justicia, el
director norteamericano capitanea un bote en el que viajan algunos de
los trabajadores que participaron en el rescate del 11/9. Su destino
es la base naval de Guantánamo, Cuba, donde, según la propaganda de la
administración Bush, los terroristas allí recluidos, en vez de ser
torturados, reciben todo tipo de atención sanitaria. Convencido que
ese es el único territorio de Estados Unidos donde se practica la
atención de salud universal, el capitán Moore reclama para sus
tripulantes similares privilegios.
Desafiando las minas que resguardan la ilegal base, el
documentalista anuncia por altavoz cuál es el propósito de su visita.
Desde las torres de vigilancia recibe como única respuesta el ruido de
una sirena. A los desamparados náufragos del sistema de salud
norteamericano no les queda otra alternativa que atracar en suelo
cubano.
En la pequeña isla subdesarrollada que los Estados Unidos se
empeñan en presentar como un peligro, los rescatadores del 11/9
reciben la mejor atención especializada.
Moore, en una de las entrevistas concedidas antes del estreno del
filme en su país, afirmó: "Es un país pobre que me impresionó mucho
porque lo poco que tienen lo utilizan en su sistema de atención
sanitaria, terminan viviendo más que nosotros, tienen una tasa
inferior de mortalidad infantil con respecto a Estados Unidos y además
envían a muchos de los médicos que gradúan a ayudar a los países del
Tercer Mundo que lo necesitan".
Los héroes norteamericanos abrazan a los bomberos cubanos.
Memorable en Sicko es la escena del encuentro de los héroes
norteamericanos con un grupo de bomberos cubanos. Juntos brindan
tributo a los caídos en el ataque del 11-S, comparten anécdotas,
experiencias y se abrazan como hermanos. "Si esto es lo que pasa entre
dos supuestos enemigos, si un enemigo te puede dar la mano y también
curarte, qué no será posible entonces", se pregunta el director de
Sicko.
El último documental de Michael Moore deja claro que la
socialización de la medicina no es tan mala como han tratado de
pintarla los medios de comunicación norteamericanos, sino todo lo
contrario. ¿Dónde estaban ellos que no veían esto? La ceguera proviene
de la ignorancia impuesta, nos dice Moore. Durante casi un siglo,
Hollywood se ha encargado de hacerles y hacernos creer que en todas
las esferas de la vida, los norteamericanos son superiores al resto de
la humanidad.
Sicko, además de dejar al descubierto el deplorable sistema de
salud estadounidense, es sobre todo un agujero en el mito del sueño
americano. La enloquecedora pesadilla yanki solo concluirá cuando
"vivamos en un mundo para el nosotros y no para el yo, cuando imitemos
a los países que encontraron una mejor forma de cuidar a sus enfermos,
de educar a sus hijos y de ser mejores con sus semejantes. Las fuerzas
imperiales esperan que nunca lo hagamos y por ello Estados Unidos
permanece como el único país sin cuidado de salud universal gratuito",
concluye Moore su película.
(Tomado de CubaSí)