Carhabana no detiene su marcha

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Desde que en el 2005, por esas iluminaciones del dramaturgo suizo Philippe Malignon, cuatro músicos franceses, cultivadores del llamado jazz manouche, descubrieron los sonidos de la capital cubana, el proyecto Carhabana no ha dejado de avanzar, con un conductor apropiado, el contrabajista Frank Rubio, sí, el mismo que conocimos en la banda de Lazarito Valdés.

El itinerario se detuvo primero en una grabación coproducida por la EGREM y el sello Avril, que en formato de DVD tuvo su bautismo de fuego en la más reciente cita del MIDEM en Cannes. Para probar ante un público exigente el resultado de la conjunción de músicas diversas, Carhabana se presentó en el Gran Casino de Ginebra el año pasado, y en plena efervescencia por el Mundial de Fútbol hizo que muchas personas dejaran de seguir los cuartos de final del evento global para disfrutar de esta singular entrega.

Ahora la estación se llama Cubadisco 2007 y parece que funciona muy bien el engranaje. Disco y documental (este último debido a Pavel Giroud, quien rebasó los tópicos del consabido making of para hacer arte) clasificaron entre los nominados al certamen de la discografía cubana. Todo ello acaba de ser coronado con un concierto, producido por Alain Rabufetti, en el teatro Amadeo Roldán, ante un lunetario donde predominaban los jóvenes, enardecidos no solo por los puntuales momentos de virtuosismo de los intérpretes, sino por el alcance de la propuesta conceptual.

Pues, en efecto, nadie duda de la brillantez de los guitarristas Robin Ensina y Samuel Stivak, ni de la versatilidad de Olivier Lorang ni de la capacidad extraordinaria de Mathias Levy para hacer cantar al violín. Y si se mira a la nómina cubana, hay que quitarse el sombrero ante un Rolando Luna que ya es de nuestros mejores pianistas, un Alexander Abreu y un Maikel González que colocan la trompeta en el altar de los elegidos, un trío de lujo en los menesteres percutidos a base de Yaroldi Abreu, Tomás Ramos (El Panga) y Rodney Yllarza, una voz sin desperdicio en su sazón como la de Vania Borges, y, pincelada oportuna, la sapiencia folclórica de Pedro Pablo Mundanza.

Pero Carhabana es mucho más que individualidades. Se trata de hacer dialogar elementos culturales de orígenes diferentes con ingenio, desenfado y mirada de futuro. De desterrar las simples formulaciones comerciales de lo que se ha dado en llamar músicas del mundo. De defender la autenticidad contra el artificio. Por eso rueda Carhabana y alcanza potencia.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir