La condena de los mercenarios

Mariagny Taset Aguilar
mariagny@granma.cip.cu

"Estoy prisionero desde el día 25 por la noche, fecha en que fui sorprendido y capturado en los montes de la ciénaga, en compañía de otro compañero. Desde entonces he recibido en mi propia persona el ejemplo más inmenso en la historia de la guerra sobre caballerosidad y atenciones en el trato de prisioneros."

El juicio sumarísimo contra los mercenarios se llevó a cabo con varias audiencias públicas en la capitalina Ciudad Deportiva.

Así escribía a su esposa el mercenario José Alfredo Pérez San Román (Pepe) en carta fechada el 3 de mayo de 1961, desde la capitalina Ciudad Deportiva, semanas después de haber dirigido militarmente a cerca de 1 500 hombres que integraban la Brigada de Asalto 2506, partícipes del criminal ataque a Playa Girón el 17 de abril de ese año.

A las nueve de la mañana del jueves 29 de marzo de 1962, se iniciaba en el mencionado recinto deportivo el juicio contra San Román y el resto de los encartados. Fueron juzgados por un Tribunal Revolucionario presidido por el Comandante Augusto Martínez Sánchez, y en el cual fungieron como fiscal y abogado defensor de oficio los doctores Santiago Cuba y Antonio Cejas, respectivamente. También comparecieron en calidad de vocales los Comandantes Juan Almeida Bosque, Guillermo García Frías, Sergio del Valle Jiménez y Manuel Piñeiro Losada.

En el transcurso del proceso judicial, los acusados reconocieron su delito de invadir nuestra Patria, y de haber sido organizados con el propósito de restablecer el dominio de los monopolios norteamericanos en la economía cubana.

Durante la primera vista del juicio, el capitán Pedro Luis Rodríguez, quien estuvo a cargo por más de dos meses de la custodia de los reclusos, se remitió en su calidad de testigo a cartas y documentos escritos y firmados por el jefe militar de los agresores tras la captura.

Entre ellos leyó una misiva dirigida a Fidel, en la que San Román ruega al Comandante en Jefe la publicación de un adjunto declaratorio titulado Un deber de conciencia, con el fin de que tales palabras llegaran a la mayor cantidad de integrantes de la organización terrorista conocida como Frente Re-volucionario Democrático (FRD), a la cual pertenecía.

En esa declaración el cabecilla de los mercenarios expresa su arrepentimiento en relación con el asalto, y acusa a Estados Unidos como principal culpable de la cruel invasión a Girón. También desmiente la falsa propaganda que sobre la Revolución cubana emiten al extranjero los imperialistas yankis, destacando ejemplos que le sorprenden durante sus vivencias como prisionero en el país:

"Respeto a los derechos humanos a tal punto de tratar al detenido invasor como un cubano más, con todos sus derechos y con el máximo respeto a la dignidad personal."

A lo largo del juicio, las palabras del cabecilla fueron repitiéndose en las declaraciones de la mayoría de los acusados. La mano negra de Estados Unidos había hecho danzar otra vez sus marionetas. Cuba había vuelto a cortar presurosa y audaz los hilos de los títeres.

En carta dirigida al Consejo de Seguridad de la ONU, el mercenario Pedro de Armas afirmaba: "Hemos sido tratados con toda clase de consideraciones por el gobierno y el pueblo de Cuba. Y solo deseamos que la verdad de esta infamia la conozca el mundo a través de esa organización mundial, y que sea un freno a los proyectos guerreristas que se ciernen sobre el noble y abnegado pueblo cubano".

Ulises Carbó Yániz también se ruborizaba ante el tratamiento recibido de parte de los revolucionarios cubanos cuando fue apresado, horas después de haber participado en el artero ataque que provocó la pérdida de decenas de vidas, la mayoría civiles, y cuantiosas riquezas nacionales calculadas en varios millones de pesos.

Ocurría tal y como lo había anunciado Fidel el 26 de abril de 1961, ante las cámaras de televisión, cuando afirmaba: "Nuestro pueblo no es un pueblo vengativo ni un pueblo que alberga odios. Si fuese un pueblo vengativo, los hombres que vieron caer a sus compañeros muertos por los aviones yankis, y por las metrallas yankis (¼ ) no los habrían recibido con una cantimplora de agua ni con un plato de comida cuando ustedes se rindieron a ellos, sino que habrían descargado allí el odio y el espíritu de venganza contra ustedes".

Y fue así como el 7 de abril de 1962, el Tribunal Revolucionario dictó sentencia mostrando generosidad. El fallo concluía:

"Les imponemos como sanción por su traición a la patria, la pérdida de la ciudadanía cubana a todos los que ostentaren dicha condición; al pago de una indemnización en la forma y cuantía que más adelante se expresará a cada uno de los acusados con prisión subsidiaria hasta un máximo de 30 años con trabajo físico obligatorio en tanto no sea satisfecha la indemnización."

 

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