"Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del
mundo cabe en una grano de maíz" RAÚL
RODRÍGUEZ LA O
José Martí fue un hombre sencillo, modesto y todo lo que siempre
hizo fue pensando en el bienestar y la felicidad de los demás seres
humanos. Por eso desde su más temprana juventud, en todos sus escritos
y prédicas a favor de la independencia cubana trató de estimular y
resaltar las cualidades y sentimientos más nobles y puros de las
personas al igual que criticaba los rasgos egoístas e individualistas
que pudieran afectar los objetivos colectivos y los asuntos de interés
común para la Patria. Sacrificó toda su vida y fue siempre ejemplo de
su pueblo con su conducta y humildad insuperables. Pero ¿cuándo y en
qué circunstancias nuestro Apóstol dijo esa frase que tanto nos gusta
a los cubanos y que ahora hemos utilizado como título de nuestro
artículo?
Luego de su estancia en Cuba desde enero hasta agosto de 1890
cuando fue expulsado de la Isla por sus actividades revolucionarias
contra España, el General Antonio Maceo decidió aprovechar una
convocatoria sobre arrendamiento de tierras por parte del Gobierno de
Costa Rica para viajar a dicho país en 1891 donde tras firmar un
contrato con dicho Gobierno en el Palacio Nacional de San José, en
mayo de ese mismo año, se estableció allí con un grupo de cubanos
entre los que se encontraban José Maceo, Flor Crombet, Agustín Cebreco
y otros patriotas en la zona de Nicoya, en la costa del Pacífico, ya
que según documentos confidenciales localizados en el Fondo de
Ultramar del Archivo Histórico Nacional de Madrid, el Gobierno español
presionó y evitó que se pudiera establecer en la parte atlántica, como
era su deseo de acuerdo a sus planes independentistas por estar más
cerca de las costas cubanas.
En el mencionado país no hizo más que conspirar a favor de la causa
cubana aunque es justo señalar que debido a su trabajo y dedicación
junto al resto de los demás cubanos convirtió aquel territorio casi
desértico en una próspera colonia agrícola. Allí residió desde 1891
hasta el año 1895 cuando por orientaciones de José Martí salió rumbo a
Cuba en una expedición bajo el mando de Flor Crombet en compañía de su
hermano José y veinte patriotas más.
Luego de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de
abril de 1892, Martí en su condición de Delegado comenzó a coordinar
con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo los nuevos planes
conspirativos para organizar e iniciar en nombre del Partido la
tercera y última guerra por la independencia, ya que sabía
perfectamente que sin ellos dos como líderes o jefes militares sería
imposible la Revolución.
En cumplimiento de sus objetivos viajó a República Dominicana en
1892, donde se reunió con Máximo Gómez y le ofreció en nombre del PRC
el cargo de Jefe del Ejército Libertador. Luego de coordinar
detalladamente sus planes y puesto de acuerdo con el Generalísimo
viajó en 1893 a Costa Rica donde se reunió varias veces a finales de
junio y principios de julio con Antonio Maceo y otros patriotas
cubanos que residían en ese país. Fue en esa ocasión cuando le ofreció
a Antonio Maceo, en su nombre y el de Máximo Gómez, la organización de
una gran expedición que bajo su mando debía salir de ese país rumbo a
Cuba.
Luego de ese primer encuentro de Martí con Maceo en Costa Rica se
intensificaron los contactos y comunicaciones entre ambos con el
objetivo de preparar los planes revolucionarios para independizar a
Cuba de España. Por esas razones, en 1894 volverían a encontrarse en
el hermano país centroamericano para seguir organizando los planes
patrióticos y dar los toques finales de la expedición que debía salir
de ese territorio conducida por el Titán de Bronce, aunque
posteriormente partió bajo el mando de Flor Crombet como ya indicamos
anteriormente.
Los encuentros entre Maceo y Martí, sostenidos en Costa Rica en
junio y julio de 1893, contribuyeron a un mayor estrechamiento y
comprensión entre ambos dirigentes sobre los planes revolucionarios e
independentistas que juntos preparaban en coordinación con Máximo
Gómez. Prueba de la intimidad de esos vínculos, son dos cartas del
Apóstol dirigidas desde el territorio norteamericano al protagonista
principal de la Protesta de Baraguá, fechadas ambas el 15 de diciembre
de 1893.
En las dos misivas se pueden apreciar el amor, la confianza,
simpatía y fe del Héroe de Dos Ríos en Antonio Maceo. Pero en una de
ellas, la más extensa, se puede corroborar en sumo grado esa afinidad
y también su admiración y tristeza por la muerte de la madre de los
Maceo, la heroína Mariana Grajales. Es precisamente en dicha carta
donde Martí menciona la frase que encabeza nuestro trabajo.
"Key West, 15 de diciembre, 1893
Sr. General Antonio Maceo
General y amigo:
Mi silencio no le habrá extrañado. He vivido, desde que nos
vimos, en una entrevista continua con Vd. De la visita que le hice me
traje una de las más puras emociones de mi vida. "¡Por supuesto, me
dije después de verlo, que Cuba puede ser libre,— y ser feliz después
de ser libre!" Las manos las he tenido ocupadas desde entonces en una
labor bestial y sin descanso,—en atender, de una tierra en otra, a lo
grande y a lo pequeño,—en ir levantando, hombre por hombre, todo este
edificio. A Vd., acá en mi corazón, escribirle era ofenderle. Vd. debe
ver de allá mi agonía, mi responsabilidad, la imposibilidad absoluta
de valerse de medianeros, la cura de almas incesante que permitió la
acumulación de estas fuerzas.
Esto es lo que estoy escribiendo entre un mitin y otro. Vengo de
tres días de esfuerzo angustioso en Tampa, para ponerle un poco más de
harina al pan; y aquí estoy, como a la callada, haciendo lo mismo y
confirmando detalles con Roloff y Serafín, pero de modo que nada de
cuanto haga dé idea de la proximidad en que están nuestras cosas, si
todos queremos que estén próximas. Cuba las espera, con el gobierno
encima, y una agitación sorda y ya extrema. Yo de aquí puedo hacer lo
que dijimos y lo tuve listo y anunciado para el caso de que, contra lo
avisado a la Isla para evitar engaños y contra la orden local mía
expresa, hubiese cundido—aunque nuestra tierra está ya muy astuta para
eso—el alzamiento mandado hacer con una orden falsa mía, y la cual
sólo supo engañar a Esquerra que anda por el campo, resuelto a no
entregarse, con unos pocos hombres.
Pero esta trama, cuyo objeto era justificar en Cuba las
persecuciones, provocar alzamiento incompleto y debilitar las
emigraciones con un segundo aparente fracaso,—si bien no pudo tener
ese éxito afuera ni adentro,—ha producido, por la sangre que ya
corrió, las prisiones de primera hora, y la de Moncada y la disimulada
de Carrillo, aún libres, un malestar que sería imperdonable mantener
cuando tenemos allegados los medios, modestos y bastantes, de ponerle
fin. El gobierno cree que vamos, y sólo aguarda a la evidencia más
cercana para segarnos allá el país: y nosotros, con la rapidez que no
se espera de nosotros, sin aparato de invasión, deslizándonos
sencillamente de donde mismo estábamos, podemos ir antes de que el
enemigo nos espere, y caiga sobre la buena gente revolucionaria. No
tenemos más que ajustar los detalles, de modo de ahorrar tiempo. Ahora
sólo estas líneas le puedo poner, y la seguridad de que, lo que yo
haya de hacer, ni con ligereza ni con demora será hecho. Yo no trabajo
por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz, ni
por bien alguno de esta vida triste, que no tiene ya para mí
satisfacción mayor que el salir de ella: trabajo para poner en vías de
felicidad a los hombres que hoy viven sin ella. No espere, pues, de
mí,—harto lo sabe Vd.,—precipitación alguna, ni el crimen de azuzar y
comprometer, por salvar la honrilla de la tentativa,—sobre que, con
hombre del juicio de Vd., eso sería pueril e inútil. Este hombre, lo
ama y lo conoce, y no faltaría así al respeto que merece su vida. Su
María no se ha equivocado.
Y de su gran pena de ahora ¿no ve que no le he querido hablar?
Su madre ha muerto. En Patria digo lo que me sacó del corazón la
noticia de su muerte: lo escribí en el ferrocarril, viniendo de
agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no
pudo morir en su tierra libre: ése, ese oficio continuo por la idea
que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos
veces, y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda
mi vida.
Aquí tiene que cesar su
José Martí" |