¿Recursos ociosos ? 

ORLANDO GUEVARA NÚÑEZ

Recursos ociosos no significa, necesariamente, recursos inservibles. Para unos, no tienen uso; para otros son útiles y carecen de ellos. Pero existe una real contradicción: millones de pesos en artículos declarados en esa categoría yacen en los almacenes, inmovilizados, olvidados, dañando a la economía y perjudicando a quienes en el sector estatal o doméstico pudieran adquirirlos.

En cualquier almacén hay recursos que no se utilizan y pueden ser útiles en otro lugar.

Con el objetivo de contribuir a la solución de ese problema surgió la Empresa Comercializadora de Recursos Ociosos y de Lento Movimiento (COPLER), encargada de "la comercialización mayorista y minorista, en moneda nacional, de los productos ociosos y de lento movimiento, tanto los que se encuentran almacenados en las entidades del país, como los materiales y enseres dados de baja, decomisados o en abandono en puertos y aeropuertos", según definición del Ministerio de Economía y Planificación, en su Resolución 622 del 15 de enero del 2005.

El propio documento define que "La actividad de la empresa COPLER estará vinculada a la liquidez de la población y al saneamiento financiero, realizando estudios de mercado, vigilando el consumo y controlando los inventarios y realización de las mercancías hasta el consumidor final".

¿Qué situación afronta Santiago de Cuba en relación con esos recursos? Diostel Velázquez Cedeño, director de la filial santiaguera de esta empresa y Francisco García Orce, especialista en comercialización, ofrecen datos elocuentes, reveladores de un problema que clama por soluciones.

Está definido que para las empresas y demás entidades estatales, es de obligado proceder la declaración de los recursos ociosos. No hacerlo implica una indisciplina y una ilegalidad. Lo indicado es hacer, mediante lista, la declaración y firmar contrato con COPLER, única facultada para movilizar esos inventarios.

Pero lo real es que del total de 371 entidades, sólo 120 han cumplido tal obligación. O lo que es lo mismo, 251 no lo han hecho. Los datos suministrados por Velázquez Cedeño y García Orce puntualizan que las empresas declarantes poseen en sus almacenes unos 16 millones de pesos en productos ociosos o de lento movimiento. ¿Cuántos otros millones guardarán las no controladas por COPLER? Las cifras deben ser altas, si se tiene en cuenta —señalan los informantes— que entre ellas hay 30 del Ministerio de la Agricultura, 22 del Azúcar y 14 de la Construcción; y 142 son entidades dependientes del Poder Popular.

Pero existe otro problema: no se trata solo de declarar lo ocioso y concertar un contrato. Hay que ofertar, hacer gestiones de venta, utilizando los mecanismos definidos para alcanzar ese objetivo. Para ello pueden afiliarse a un mercado experimental donde se venden los productos a la población; o pueden realizarse ventas mayoristas entre las empresas contratantes.

En la provincia solo funcionan dos mercados de este tipo, ambos enclavados en la capital. Y las ferias han padecido de una raquítica presencia empresarial, como sucedió con la última —celebrada en septiembre— cuando de 70 entidades convocadas se unieron a ella siete. Los puntos de venta, representados por COPLER, pueden también ser útiles, pero no están respaldados por la presencia de los muchos productos para los cuales las puertas de los almacenes han sido infranqueables.

Un ejemplo de lo que se puede lograr es la Empresa de Talleres Ferroviarios y Producciones Mecánicas, la que con una buena gestión, en seis meses ha disminuido el 20 % de sus cinco millones de pesos en inventarios declarados ociosos. También la Empresa Textil Celia Sánchez Manduley, la Empresa Universal, y Transporte del MININT, tienen resultados que deben imitarse, afirman Diostel y Francisco.

Muchos recursos son declarados ociosos porque las entidades transforman su objeto social, es decir, cambian de actividad o misión principal. En otros casos, el cambio de tecnología o de medios básicos provoca que muchas cosas sean innecesarias en un lugar, pero siguen aptas para otras funciones. Y lo correcto no es inmovilizarlas, sino propiciar que continúen su ciclo donde sean necesarias, en bien de la economía y de la sociedad.

Es sabido que lo ocioso y de lento movimiento daña a las propias empresas, porque incrementan sus costos, ocupan espacios en almacenes y en no pocos casos hay quienes gastan divisas en piezas arrinconadas en estantes por otros. Además es peligroso tener guardados recursos que aparentemente no sirven, pero incitan al uso indebido, al desvío y al delito.

Según los funcionarios de COPLER, muchas piezas automotrices, fitería galvanizada, circuitos electrónicos, motores eléctricos, elementos de soldadura, accesorios eléctricos, correas y piezas de rodamiento —entre otros muchos renglones— pueden salir a la circulación con seguridad de venta.

Y algo muy importante: Unicamente COPLER tiene la facultad de decidir si algo declarado ocioso ha perdido realmente su valor de uso, previa comprobación de que no sea necesario ni demandado por otra empresa, ni tenga salida luego de ser ofertada a la población.

Lo cierto es que una mayor gestión para movilizar los productos ociosos y de lento movimiento en Santiago de Cuba, pondría en manos de las empresas y de la población cuantiosos recursos con solo sacarlos de los almacenes. Está legislado cómo hacerlo. Y las responsabilidades de COPLER, de los organismos y entidades, están bien definidas.

 

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