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De la república neocolonial Cuando la guataquería perdió el límite PEDRO A. GARCÍA Dicen que la idea de congratular al tirano por todo lo alto le surgió el mismo 13 de marzo a Justo Luis del Pozo, entonces alcalde de La Habana gracias a las bayonetas del ejército y las picanas eléctricas de la policía, pero hubo tantos batistianos que se atribuyeron después la paternidad, que hoy es casi imposible saber a ciencia cierta a quién se le ocurrió.
El cese del combate no restableció la calma en el Palacio Presidencial. Según varias versiones, fue muy difícil dedicarse a meditar o reflexionar en las horas siguientes, pues la esposa de Batista, Marta Fernández, como la célebre Ofelia de Hamlet, recorría los pasillos de la mansión y gritaba a todo pulmón: "¿Ya cogieron a Menelao? Busquen a Pelayo, esto es obra de él". Se refería así a dos destacadas figuras de la oposición: el ex representante Menelao Mora, herido en el combate y luego contabilizado por la policía como "asaltante muerto en las acciones"; y el ex senador ortodoxo Pelayo Cuervo, acérrimo detractor de la tiranía y especialmente de algunos altos jefes militares, a los que había desenmascarado por sus vínculos con el sátrapa dominicano Trujillo. También había sido constante su campaña contra los intentos de aumentar arbitrariamente las tarifas telefónicas. Un año antes, el coronel Orlando Piedra, jefe del tenebroso Buró de Investigaciones, le había dicho ante correligionarios y periodistas: "Como a Batista le tiren un tiro, tu cabeza huele a pólvora". Al amanecer del 14 de marzo de 1957, apareció su cadáver en las inmediaciones del Laguito del Country Club (hoy reparto Siboney). Y el pueblo sacó sus propias conclusiones. EL SENADOR ASESINADO El abogado Pelayo Cuervo era oriundo de Baracoa, donde había nacido el 19 de septiembre de 1901. Tras varios años en la vida política, en 1947 fundó junto con Eduardo Chibás el Partido Ortodoxo. Implacable fiscal contra la corrupción, emplazó judicialmente al ex presidente Grau en la célebre Causa 82 cuando los auténticos aún ostentaban el poder Días antes de su asesinato, había hecho pública su denuncia-exposición a la ONU por los crímenes cometidos por el régimen batistiano en Oriente, durante las llamadas Pascuas Sangrientas. Según el informe forense, le hicieron cinco disparos en el pecho y uno cerca de la oreja izquierda. Funcionarios del batistato intentaron culpar del asesinato a los auténticos y a los rebeldes de la Sierra. LA BURGUESÍA VA A PALACIO Dentro de los actos de congratulación y desagravio al tirano, se concibió que primeramente lo visitaran en Palacio delegaciones de las llamadas "clases vivas" del país (banqueros, terratenientes, grandes comerciantes, almacenistas y demás propietarios, sin faltar los representativos de las compañías norteamericanas) para testimoniarle el apoyo al régimen y la condenación de las acciones revolucionarias. Los hacendados y colonos fueron los primeros en las genuflexiones. Uno de los momentos más bochornosos de aquellas jornadas fue la aparición en la prensa de una lista de veteranos mambises y descendientes que supuestamente habían ido a congratular al tirano. En ella aparecían incluso personas que entonces estaban en el extranjero y hasta el hijo de un veterano que ese día convalecía en una clínica de una paliza reciente recibida en el SIM. El momento tragicómico (y un buen ejemplo de la tensión existente en los que fueron a Palacio) lo proporcionó Antonio Iglesias de la Torre, al hablar a nombre de los empresarios del petróleo. Tras congratular a Batista, calificó a su Ministro de Agricultura de "gran cubano que merece todos nuestros elogios y que ha hecho mucho por Cuba. Me refiero a Fidel Castro". Según un periodista que reportaba para su diario, "fue un momento difícil". La concurrencia quedó estupefacta. Los acompañantes de Iglesias se replegaron por el salón y lo dejaron solo. El empresario tragó en seco: "Perdón por la equivocación, quise decir Fidel Barreto". Y por sus mejillas rodaban gruesas gotas de sudor. DESFILE ANTE EL TIRANO Enfundado en un traje gris, Fulgencio Batista acudió a la "concentración pública" con ínfulas de emperador romano. En su reseña del acto, Bohemia comentó: "Hubo reclutamiento masivo, sin excusas ni pretextos, de la burocracia del Estado. A cada alcalde se le asignó una cuota. Donde faltó la tónica persuasiva de los caciques intervino la amenaza de los jefes de puestos" (de la Guardia Rural). En general, la prensa de la época se plegó al régimen. El siempre servil apologista Octavio Costa, en Pueblo, vio en el desfile "la adhesión de una ciudadanía que se niega a hacer causa común con los agitadores y demagogos; que no subió a la Sierra Maestra; que no participó en los sucesos del 13 de Marzo". El gubernamental Ramón Vasconcelos, en Alerta, afirmó: "Se demostró que el país no está con la Revolución". En contraste, Mario Kuchilán alzó su voz valientemente en el vespertino Prensa Libre: "Ya terminó el desfile de solidaridad ante Palacio... Ahora esperamos que hacendados, colonos, detallistas, banqueros, cafetaleros, veteranos, etc., etc., visiten también a la viuda de Pelayo Cuervo, para expresarle cuando menos su condolencia por el asesinato de su esposo". |
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