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![]() Nazim Hikmet: esta mañana he vuelto a Cuba LUIS SUARDÍAZ Entre los aniversarios de notables de este año no debemos pasar por alto el del poeta turco Nazim Hikmet (Tesalónica, 15 de enero de 1902-Moscú, 3 de junio de 1963), imborrable ejemplo de dignidad, sostenida por una obra de alcance universal. Aunque unos pocos afortunados conocían parte de sus escritos, la mayoría de sus lectores cubanos lo descubrió cuando Lautaro (Buenos Aires, 1959) publicó la traducción de sus poemas por Alfredo Varela con el título de Duro oficio el exilio. En efecto, pronto marchó al exilio cuando en su rebelde juventud se pronunció contra el régimen despótico que padecía su país, y también vivió los doce últimos años de su vida lejos de los suyos. Pero la cárcel no fue menos dura para él. Además de algún tiempo en prisiones secundarias, fue condenado a más de 28 años, de los cuales cumplió 13 y cinco meses, sin claudicar. Solo un movimiento internacional y circunstancias políticas favorables propiciaron su salida del encierro y pronto se exilió porque su vida estaba severamente amenazada. Mucho podría decirse de este recio poeta traducido a más de 40 idiomas, autor de 25 obras teatrales, novelas, cuentos, traductor literario y tantas cosas más, pero únicamente voy a referirme a su relación con Cuba. El cercano amigo de Nicolás Guillén visitó numerosos países, pero una sola vez voló sobre el Atlántico y fue para conocer la Revolución cubana en mayo de 1961, unas semanas después de la victoria de Girón. Apenas llegó Nicolás tomó un taxi y se encontró con él, pues quería: Darle posesión de La Habana, como a un príncipe recién coronado se la da un reino. La UNEAC aún no se había fundado, pero sí disponíamos de la gran casa que sería su sede y lo era ya del Comité Organizador del Congreso, y allí le conocimos en un encuentro memorable. Por esos días La Tertulia publicó media docena de sus poemas de reciente factura —La miel de la esperanza— con portada de Fayad Jamís, y justamente a Fayad le confió que estaba escribiendo un poema-reportaje de largos versos, del cual se publicó un fragmento. Pero solo ahora, gracias a la traducción directa del turco del intelectual español Fernando García Burillo para Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, podemos conocerlo en su totalidad. En efecto es un reportaje sobre Cuba en versos de alta tensión resuelto en más de 280 líneas, pero no es la única referencia a nuestro país en su poesía de ese año. El titulado Un dorado trigueño, que tiene mucho de autobiográfico, ocupa catorce páginas y de nuevo irrumpe la Isla de su fascinación: Esta mañana he vuelto a Cuba / en sus calles seis millones de personas blancas negras amarillas mestizas plantan bailando y cantando una semilla luminosa la semilla de las semillas. En otros sesenta versos continúa su testimonio donde son protagonistas los humildes redimidos y canta a las esperanzas que brotan y maduran como la caña de azúcar en tierra fértil, como las palabras de Fidel. En un íntimo poema de septiembre pregunta: Mi amor ¿qué hora será en La Habana? ¿Será de noche o de día? Y en otro canto de ese año fecundo para su poesía apunta: Hacía mucho que Nicolás Guillén había regresado a La Habana. /Durante años, sentados en los vestíbulos de los hoteles de Europa y Asia/ nos hemos bebido a sorbos las nostalgias de nuestras ciudades / pues dos cosas hay que solo se olvidan con la muerte/ el rostro de nuestra ciudad/ y el de nuestra madre. Releyendo y descubriendo poemas de Nazim, el héroe comunista de la prisión política, he retornado al fragor de una etapa crucial de Cuba y el mundo. Y también en las batallas no menos decisivas de hoy, y en el admirable ejemplo de nuestros cinco compañeros, sometidos a una injusta prisión política en Estados Unidos, quienes resisten con honor y valentía, mas también dejan en sus testimonios escritos fértiles, semillas para el porvenir, como las que admiró Nazim en nuestra primavera de 1961. |
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