Lejos de recibir aún la atención pública que merecen, las llamadas corrientes de resaca constituyen un potencial peligro para la vida de los bañistas en no pocas playas del país, de ahí la conveniencia de incentivar la percepción del riesgo sobre tan poco conocido fenómeno.
Definidas como verdaderos torrentes de agua casi superficial, estrechos y vigorosos, que originados cerca de la orilla por el rompimiento irregular de las olas fluyen o retroceden desde la costa hacia el mar abierto, en la intensidad de las corrientes de resaca influyen varios factores.
Según indicó a Granma, la Doctora en Ciencias Ida Mitrani Arenal, investigadora titular del Instituto de Meteorología y reconocida autoridad en el tema, entre ellos figuran las variaciones en la altura de las olas y las interacciones entre estas, la presencia de bancos de arena y las estructuras construidas por la actividad humana.
Igualmente, apuntó, suelen fortalecerse cuando se incrementa la marea astronómica (son más peligrosas ante las fases de luna nueva o luna llena), el viento local sopla desde tierra, existe mar de leva de cierta importancia procedente de aguas profundas, la pendiente del fondo es pronunciada y la configuración costera es abierta.
También muestran mayor magnitud en caso de haber algún río, pues la corriente producida por el mismo favorece el arrastre hacia el mar. Dicha situación tiende a acentuarse al ocurrir el descenso de la marea.
Las corrientes de resaca pueden identificarse mediante una observación rigurosa hecha a partir de la orilla, o más fácilmente si la persona logra ubicarse en un punto elevado.
Casi siempre tienen el aspecto de un río corriendo que se aleja de la costa, el cual puede estar acompañado por una mancha de arena suspendida en el agua y burbujas, desplazándose en dirección al mar.
Muchas veces mueven consigo ramas, algas, basura y cuanto objeto a la deriva se encuentre flotando en las aguas marinas cercanas a la orilla.
Su alta peligrosidad viene dada porque son capaces de «envolver y arrastrar» a los más avezados nadadores, pues alcanzan velocidades entre uno y dos metros por segundo, cifra que resulta superior en aquellas playas de configuración abierta.
En la práctica el mayor riesgo de las corrientes de resaca viene dado porque al sentirse atrapadas, las personas entran en pánico y tratan de nadar en contra de ellas. Tal forma de actuar conduce en numerosas ocasiones al desgaste físico, con alta probabilidad de terminar ahogándose.
Si bien se desconoce con certeza la cantidad de víctimas fatales que ocurren en Cuba por esa causa, en una entrevista concedida a este diario hace varios años, el hoy Máster en Ciencias Alejandro Adonis Herrera, actual trabajador del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), estimó que de las 152 muertes por ahogamiento que ocurrieron anualmente en el mar como promedio para el periodo 1987-2012, al menos entre 65 y 80 obedecían al citado fenómeno.
Lo anterior ubica a las corrientes de resaca entre los dos eventos naturales que más muertes ocasionan anualmente en el país, junto con las descargas eléctricas.
De acuerdo a lo señalado por la doctora Ida Mitrani, en playas cerradas como La Herradura (en Artemisa), suelen ser débiles. No obstante, aseveró, allí han sucedido determinados accidentes mortales, cuando bañistas osados se han alejado de la costa.
Uno de los lugares del archipiélago cubano donde pueden observarse con cierta frecuencia es en las Playas del Este de La Habana, sobre todo en tramos específicos de Santa María del Mar y Guanabo.
Indicó que una de las herramientas básicas en el camino de avanzar hacia la elaboración del citado sistema, radica en la información contenida en la confección anual de las Tablas de Mareas para las costas cubanas, recogida por una red mareográfica nacional compuesta por 36 estaciones distribuidas en todo el territorio nacional, atendidas por la empresa Geocuba.
En opinión del Máster en Ciencias Amílcar Calzada, jefe del Centro de Meteorología Marina de la referida institución, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, un primer antecedente lo constituye el inicio en el 2015 de una colaboración de esta entidad con la Cruz Roja Cubana, dirigida al diseño de un índice de probabilidad de corrientes de resaca en las playas del Este de la capital, tomando en cuenta diferentes variables meteorológicas y oceánicas.
Más allá del tiempo que demore el poder contar con esa predicción, sería recomendable trabajar desde ahora en la realización de mensajes de bien público para la radio y la televisión, y en la colocación de vallas en nuestras playas, que alerten no solo sobre los peligros que corren los bañistas ante su presencia, sino también cómo actuar para evitar fatales accidentes.
ALGUNOS CONSEJOS ÚTILES
No pierda la ecuanimidad, ni luche jamás contra la corriente.
Nade de forma paralela a la costa, alejándose del área de peligro. El ancho de la zona de resaca no suele sobrepasar los diez metros aproximadamente.
Si no logra escapar de la corriente de resaca, busque la orientación del flujo del oleaje y déjese llevar por el torrente de agua. Trate de mantenerse a flote sin agotar su fuerza física, hasta donde la velocidad de este decaiga lo suficiente como para recuperar el control.
No se distancie de la orilla en horarios donde coincida el descenso de la marea y haya luna nueva o llena, aun cuando el mar se vea tranquilo. Con ambas fases se intensifica el fenómeno de resaca.
Evite siempre nadar solo si pretende alejarse de la línea costera. Lo aconsejable es hacerlo en pareja, nunca en número impar.
Pida ayuda gesticulando con los brazos, sin entrar en pánico.
Jamás salga a nadar si consumió alcohol, antihistamínicos o alguna otra sustancia que disminuya su capacidad de reacción. Tampoco lo haga si tiene catarro o problemas estomacales.
FUENTE: DOCTORA IDA MITRANI
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19 de agosto de 2018
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22 de agosto de 2018
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23 de agosto de 2018
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